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miércoles, 20 de abril de 2011

Los Arango, un linaje de pobladores. Barragán, Valle del Cauca, una tierra de promisión.

Por: Bernardo Mejía Arango.
Fotografía: Bernardo Mejía Arango.

Fotografía No.1: Panorámica de Barragán, fotografía tomada desde la "curva de la Virgen", en la carretera que sale de Barragán hacia el corregimiento de Santa Lucía.


Un grupo de caldenses entre los que se encontraban Gabriel, Telésforo, Santiago y Francisco Gómez Arango, hijos de la tía abuela María Dolores Arango Mejía, habían salido de sus tierras en Salamina Caldas, para buscar nuevos horizontes en las tierras del Valle del Cauca. En el grupo venía también Jesús María Arango Gómez, el segundo, después de Aura Rosa, de los hijos del matrimonio del abuelo Jesús María Arango Mejía con doña Pastora Gómez Vélez, su primer esposa.

Francisco Gómez Arango se quedaría en Cartago pero sus hermanos ascendieron las faldas de la cordillera central, probablemente desde Bugalagrande. Al llegar a la cuchilla El Cinabrio, específicamente en el sitio La Trampa, cerca del rio Tibí y su desembocadura en el rio Bugalagrande, donde la tierras del corregimiento de Alegrías se dividen de las de Barragán, estos paisas que seguían la vocación de pobladores de sus ancestros antioqueños, divisaron la región del macizo donde se encuentra Barragán: se imaginaron la tierra prometida, tal como ellos concebían la imagen de los israelitas al observar la llegada Canaán, la tierra donde la leche y la miel corren como el agua, según el libro del Éxodo. Corría el año de 1923.



En la vía que de la carretera que viene del "Alto de Italia" y que conduce a Barragán, se encuentra la "Balastrera", loma o colina que otrora estuviera  con vegetación muy escasa y que fuera la fuente de balastro  o recebo para la carretera. Hay muchas historias que nuestros tío contaban acerca de la balastrera. Hoy en día se encuentra arborizada por una campaña de  Hernána Arango Ramírez, uno de los hijos del tío Jesús María Arango Gómez, uno de los pioneros de la segunda oleada de pobladores en esta región. 


Muchas tardes de tertulia y chocolate acompañadas de los “comistrajes”, palabra que no está en los registros de la real Academia de La Lengua Española pero que se emplea para describir algunos tipos de comida, preparados por Alcira Naranjo en la casa de mi prima Libia Arango Mejía en Buga, sirvieron de marco para elaborar una crónica sobre Barragán, tarea nada fácil porque desde la época de la llegada de los conquistadores españoles, hasta nuestros días, la región al igual que muchas otras, ha estado enmarcada en un conflicto social.

San Juan de Barragán, que es nombre completo del actual corregimiento perteneciente al municipio de Tuluá, está situado sobre una repisa de la cordillera central, situada a 70 kilómetros de la cabecera municipal, a una altura de 3.437 metros sobre el nivel del mar. Desde allí se baja por un declive suave hasta otra pequeña repisa donde se fundó inicialmente el caserío y que llegó a tener unas 30 casas que estuvieron ubicadas en lo que se llamó “calle larga”, de lo cual hoy en día no queda nada, pues el poblado se trasladó al sitio que ocupa actualmente y los terrenos donde quedaba su cementerio, el primero que tuvo Barragán, fueron arados. En Calle Larga tenía la casa el abuelo Jesús María en el año 1924, allá nació Elvia, mi madre, séptimo hijo de su segundo matrimonio. Igual la casa la no existe hoy día pero todavía se puede apreciar la explanada donde estaba construída.



Después de pasar por la "Balastrera" y antes de llegar a Barragán, se ingresa por un sendero de antiguos y majestuosos eucaliptos. No conozco  la antigüedad de estos árboles, pero cuando yo era niño, allá por los años de la década de 1950, ya eran árboles viejos. Hace unos años fui a Barragán en busca de la  casa que fuera del abuelo Jesús María Arango Mejía y su segunda esposa, mi abuela Delfina Duque Gómez, y encontré que habían talado algunos de estos gigantes legendarios eucaliptos.


La descripción más aproximada a la región de Barragán, está consignada en la obra “Barragán y Santa Lucía. Presencia Campesina en el Valle del Cauca. Estudio Socio-Económico de una Región de Alta Montaña” cuyos autores son Ana Joaquina Buitrago de Villamizar, José Ángel García Castillo y María Cenelia Orjuela Russi, quienes se basaron en una exhaustiva revisión bibliográfica y notarial, así como en entrevistas y declaraciones con personas asentadas en la región, nativas de allí o llegadas desde otras regiones del país, principalmente Tolima, Boyacá, Nariño, el viejo Caldas y Antioquia.

Los indios Pijaos, pertenecientes a la familia Caribe fueron los primeros habitantes de las tierras altas de la cordillera central, entre las cuales se encuentra Barragán. Debido a su ancestro Caribe, fueron aguerridos y opuestos abiertamente a la conquista y colonización españolas.

Para su alimentación, las fuentes de proteína la obtenían de la fauna silvestre propia de la región; su alimentación igualmente la obtenían de los cultivos de pancoger, entre ellos la papa, el frijol de bejuco, el maíz y varios cereales. Existen versiones, habladas porque no se pudo obtener una referencia bibliográfica, de que eran caníbales. La versión existente entre mis familiares dice que en la región de las playas del río Bugalagrande ubicada en lo que hoy es la hacienda el bosque, los indios invitaron a los conquistadores ya asentados en la región a un comida en la cual irían a firmar la paz; los españoles – dice la tradición oral- no sabían que el plato principal eran los invasores venidos de la península ibérica.

La familia Pijao que pobló la región específicamente era la familia Burila quienes llegaron hasta lo que hoy es Sevilla, en el Valle del Cauca.

Las apropiaciones de la tierra comenzaron, de acuerdo con el trabajo de Ana Joaquina Buitrago y sus colaboradores, basados en el documento o “Bula papal”, de acuerdo con el cual el Papa, como responsable de la salvación de los infieles, tenía autoridad suficiente para otorgar a los monarcas el derecho de adjudicar los territorios descubiertos a particulares, en otros términos, los territorios descubiertos pasaban a propiedad el Rey. En este método de apropiación no tuvieron participación los aborígenes.


La fotografía de la izquierda corresponde a la calle o entrada  al pueblo y la casa de dos pisos corresponde a una de las esquina de la plaza o parque. Toda esta cuadra guarda gratos recuerdos de nuestra infancia, sus casas  fueron de mis tíos entre los que recuerdo mencionar a Jesús María y Luis Abel Arango Gómez. En la casa esquinera de dos pisos vivió la familia de mi tío Luis Abel  allá por  1957 y unos años después. La casa fue de propiedad de Uno de sus hermanos,el tío Jesús María Arango Gómez. En los bajos tuvo residencia  varios años una sede de un  batallón del Ejército Nacional; cuentan los ancestros, que el tío Jesús tuvo que recurrir a la artimaña de enviar una fotografía con toda su familia al gobierno central, reclamando el arriendo que le debían por los  bajos de la casa. En la casa del otro extremo de la esquina vivió mi familia y allá nació una de mis hermanas (Gloria María). En una de las casas del centro de la cuadra funcionó el negocio del trigo del tío Luis Abel Arango Gómez. Tengo muchos recuerdos de mis vacaciones en esta casona, cuando frecuentábamos Barragán en vacaciones después de que mi papá y todos nosotros lo abandonamos aburridos de la violencia partidista de la década de  1950.

La fotografía del centro corresponde a la primer calle del pueblo en sentido opuesto a la de la fotografía anterior. En una de esas casas vivimos durante algunos años. Se conserva como en la época. Todavía recuerdo la tarde en que mi mamá estaba haciendo un dulce en un fogón de leña, cuando llegó mi papá con un camión y  dijo: "Nos vamos ya de este pueblo, estoy cansado de tanta violencia y de ver tantos muertos"; era la época de las "guerras" fratricidas por un color político, que los campesinos ni siquiera entendían.

En la fotografía de la derecha se ve la casa que llamábamos "El Alto de la Coles", Allá vivió mi tío paterno Jaime Mejía Arango con su familia y de allí se fueron a Tuluá en busca de mejores horizontes.

A partir de allí, la tenencia de la tierra estaba regida por diferentes figuras, las cuales sucesivamente tuvieron relación con San Juan de Barragán:

Juan Alonso de Fuenmayor adjudicó en 1561 las tierras de Barragán a don Francisco de Espinosa, quien no pudo retener físicamente los terrenos por causa de los ataques de las tribus Pijaos.

Las adjudicaciones y mercedes consistieron en contratos legales que los monarcas hicieron con los consejos, soldados, oficiales y capitanes reales en pago de servicios a la corona durante la conquista.

El Capitán Juan Lemos de Aguirre pasa a ser propietario de las tierras de Barragán mediante una capitulación. Las capitulaciones son acuerdos firmados entre dos partes sobre un negocio o asunto, generalmente importante. Se celebraron contratos entre la Corona Española y el conquistador. El capitán Lemos de Aguirre pasó a ser propietario con el compromiso de abrir el camino a esta región; el objetivo beneficiaba a la Corona Española por cuanto sus intenciones eran de comunicar a la Nueva granada con Quito, otra floreciente ciudad, asiento de los conquistadores y posteriormente colonizadores.

Esta capitulación data de 1655 y la ruta comunicaría al valle del Cauca (Valle del Tuluá) con el Valle del Saldaña, atravesando el páramo de Amoyá. La adjudicación incluía además de las tierras de Barragán, las de Jicaramata y Espíritu Santo. Parte del compromiso era habitar y cultivarla tierra.



Quién no recuerda los "Pensamientos", flores de obligada presencia ayer  y hoy en todas las casas de Barragán


Don Juan de Lemos y Aguirre iniciaría la construcción de este camino en el sitio hoy conocido como Palomestizo, en 1639 y de acuerdo con esto se toma a 1639 como año de la fundación de San Bartolomé de Tuluá y a Juan de Lemos y Aguirre como su fundador.

Las tierras de Barragán  le fueron quitadas a su propietario don Juan de Lemos y rematadas, proceso que se originó en una deuda de él a la real Hacienda.

El hijo de don Juan de Lemos, don Jerónimo de Lemos y Quiñones, recuperó las tierras pagando la deuda a las Reales Cajas, pero las vendió a Esteban de Herrera.

Otros propietarios de lo que se conoció como la Hacienda de Barragán, a través de diferentes transacciones compra y venta fueron: Miguel Díaz y Marcos Maldonado.

Un fenómeno de depoblación ocurrió en la centuria de 1.600: la población indígena se redujo y como consecuencia de ello muchos predios quedaron baldíos siendo adjudicados por la Corona a los colonos, aunque existen versiones de ocupaciones de Hecho.

La Comunidad de los Jesuitas figura en la lista de propietarios de las tierras de Barragán mediante una capellanía. La Comunidad Jesuita fue propietaria de las tierras de Barragán en el siglo XVIII, hasta cuando el Rey Carlos III ordenó la expulsión de la orden de la Nueva Granada en 1767. Capellanía era un sistema de apropiación de la tierra por medio del cual los españoles y sus descendientes dejaban propiedades a la iglesia con el fin de sufragar misas por el alma del propietario legatario.

Don Rafael Cancino pasó a ser el siguiente propietario de la región mediante una operación de permuta: el General José María Cancino, su padre, hizo sucesión en beneficio de su hijo Rafael Cancino, quien cambió las tierras que él tenía en Cundinamarca y que le habían sido adjudicadas por la Corona a su padre, por un terreno de 60.000 hectáreas de extensión que comprendía parte de lo que hoy son los municipios de Bugalagrande, Andalucía y Tuluá en la parte plana del Valle y Sevilla en las estribaciones de la cordillera central. En esta gran extensión de terreno estaban contemplados los terrenos donde hoy se encuentran Barragán y Santa Lucía, además de Puerto Frazadas y Jicaramata.



Dos fotografías de mucho contraste:  izquierda: la iglesia de Barragán en 1949, en una procesión de Semana Santa. La fotografía original está en uno de los álbumes de la prima Angelina Arango Gómez, hija del tío José Jesús Arango Gómez. La fotografía de la derecha corresponde al aspecto actual de la iglesia. Tengo entendido que  la iglesia de la fotografía de la izquierda se quemó y luego construyeron la actual.


El testamento de don Rafael Cancino, padre de don José María Cancino y abuelo de don Rafael Cancino Rodríguez, dice que era exclusivamente dueño de un gran terreno que en resumen iba desde la cordillera de los Andes hasta las montañas vecinas del departamento del Tolima y hasta la primera serie de colinas que se presentan después del Valle, el terreno abarcaba las sabanas comprendidas entre el río Bugalagrande (desde boca de monte hasta la desembocadura del río Calarcá) y el río Guadalajara (de occidente a oriente pasando por el valle de los Domínguez.

En la obra de Joaquina Buitrago de Villamizar y sus colaboradores citada al comienzo de esta crónica se describe “el proceso de conformación de la propiedad territorial, en la región ha habido varias etapas, que de una u otra manera se circunscriben en los procesos de colonización en el país, en la formación de latifundios, la descomposición de los mismos, en el surgimiento de haciendas, su decadencia, su disolución por la necesidad de ser repartidas entre sus herederos, hasta llegar a la venta y ocupación de baldíos, ganados luego en procesos judiciales”.

Barragán se convirtió en una hacienda, que era una “unidad productiva y de explotación de las tierras que para finales del siglo XVII se constituyó en la nueva oportunidad para el desarrollo económico regional” según la investigación de Buitrago y los otros dos coautores. De acuerdo con esto, esta fue la forma de tenencia ejercida por don Rafael Cancino sobre los terrenos de Barragán .



Monumento a la Virgen erigido en 1954. Todavía de conserva y está ubicado a la salida de Barragán hacia el corregimiento de Salta Lucía.


La genealogía de los Cancino y por ende los propietarios de Barragán, está resumida en la obra que sobre Barragán y Santa Lucía escribieron Ana Joaquina Buitrago de Villamizar, José Ángel García Castillo y María Cenelia Orjuela Russi, así:

Rafael Cancino, hijo del general José María Cancino, tuvo tres hijos: Manuela, José María y Narcizo. Al fallecer Narcizo, quien no tenía hijos, deja parte de sus propiedades a Manuel y José María. Al Morir José María, sus propiedades son heredadas por sus tres hijos: Enriqueta, Rafael y José María Cancino Rodríguez, que se constituyen junto con su tía Manuela, en los únicos propietarios de las tierras de Barragán, pero Manuela, que era propietaria de la mitad, vende sus derechos a Rafael Cancino, quien a su vez compra a sus hermanos Enriqueta y José María las partes que les corresponden.

De esta manera se reunifica la propiedad de las tierras de Barragán en cabeza de don Rafael Cancino Rodríguez, hasta cuando el esposo de doña María Cancino, una hija de Manuela (Y sobrina de Rafael) que no tuvo herencia inicialmente porque cuando murió su madre ya había vendido su parte de la hacienda a Rafael, entabló una demanda contra el testamento de Rafael Cancino Rodríguez, obteniendo así beneficios para su esposa como heredera.

Para la época en que se realizaba el testamento de don Rafael Cancino Rodríguez, se iniciaba la ola colonizadora que se describe más adelante. Don Rafael Cancino Rodríguez falleció en 1902 dejando nueve hijos:

- Los Cancino Flórez: Ruperto, Rosaura Ofelia, Julio Cesar, Cecilia, José María y Esther.
- Los Cancino Barón: Aureliano, Mercedes y Marco Tulio.

No obstante lo extenso de los terrenos de Barragán descritos en el testamento de don Rafael Cancino abuelo, los territorios que según investigación notarial de los autores del libro “Barragán Santa Lucía”, se repartieron entre los descendientes de don Rafael Cancino, nieto, iban desde el alto de Cumbarco por el oriente, al norte hasta la quebrada de Calarcá aguas abajo hasta el rio Bugalagrande y aguas abajo hasta donde la quebrada de Frazadas desemboca en el este; territorio incluía terrenos baldíos remontando la quebrada de Frazadas hacia arriba incluyendo las tierras de Jicaramata hasta nuevamente el alto de Cumbarco. Así lo describe una cita textual del libro “Barragán Santa Lucía”.



En la vía desde Tuluá hacia Barragán,  "Puerto Frazadas" es un paso obligatorio. Allá estuvo igualmente la mano progresista de nuestros ancestros. La fotografía de la izquierda muestra a mi abuelo paterno don Bernardo Mejía Restrepo en compañia de su  segunda esposa doña Pastora Echeverri, posan  en su vehículo enfrente de la casa que el abuelo construyera en la entrada de Puerto Frazadas. La casa se conserva  actualmente como lo muestra la fotografía de la derecha.


A comienzos de 1.800 y como consecuencia de la guerra de independencia, las haciendas sufrieron una afección tanto en su conservación por parte de sus propietarios como en la manera como eran explotadas: “las haciendas se vinieron a menos, ya que las exigencias en dinero, alimento y hombres las fue debilitando” dice la obra de Buitrago, García y Orjuela. De acuerdo con estos, para su recuperación cambiaron de actividad, muchos vendieron sus propiedades a pobladores blancos sin riquezas ni títulos o a mestizos, mulatos, pardos y libres quienes convirtieron sus propiedades en estancias productivas. Nació el colonato en la región.

El colonato se convirtió en la forma de redistribución de tierras en Barragán, una ola de inmigrantes de los departamentos de Tolima, Antioquia y el viejo Caldas llegó a la región.

En la misma obra de Buitrago y colaboradores, se afirma que “cuando los colonos comenzaron a tumbar montañas en una escala considerable, los hospitalarios herederos del General Cancino se alarmaron e iniciaron el reparto del latifundio, pero ya era tarde. Trataron de abarcar lo que pudieron, pero los colonos hacían lo mismo, Había tierras para todos. Pero lo más complicado para los Cancino fue que no aparecieron los títulos de propiedad”.

La no aparición de los títulos de propiedad parecería generar una contradicción. Aún así, los Cancino decidieron parcelar con base en documentos notariales y archivos judiciales que se pudieron conseguir.

Con la nueva forma de redistribución de la tierra y para proceder a su explotación, nacieron los sistemas de arrendatarios, agregados y aparceros, que no eran otra cosa que sistemas de explotar la tierra sin que esta cambiara de dueño la cual implicaba una mano de obra asalariada. Esta forma persiste hasta nuestros días. Estas formas de explotación están vinculadas a la aparición de las clases sociales vinculadas al campo: apareció la clase social campesina.

Con la llegada de la violencia bipartidista (entre liberales y conservadores) agudizada por el asesinato de Jorge Eliecer Gaitán, muchos campesinos migraron a las ciudades.

De alguna manera las tierras de Barragán están ligadas a la fundación de Buga, de acuerdo con la tradición oral de nuestra familia: en predios de la Hacienda Vieja o La Ofelia como se conoce hoy en día, al menos hasta hace mas o menos 50 años existieron una ruinas de un convento y cimientos de construcciones que corresponderían a una de las primeras fundaciones de Buga: la que llevó el nombre de Buga Vieja ordenada directamente por Sebastián de Belalcazar en un año no determinado, o la ordenada por Pedro Fernández del Busto y ejecutada por Giraldo Gil de Estupiñan hacia 1554 ó 1555 y que se llamó Nueva Jerez de los Caballeros, que los registros históricos recogen como efectuada en las cabeceras del río Bugalagrande. Estos restos están ubicados cerca de unas salinas en el área de la desembocadura del río Tibí.

Los primeros registros históricos de llegada de los Arango a San Juan de Barragán datan de 1922, en lo que se constituye una segunda ola de colonización, siendo Luis Abel y José Jesús Arango Gómez los primeros de nuestra familia, respectivamente el quinto y sexto hijos del matrimonio del matrimonio del Abuelo Jesús María con doña Pastora Gómez Vélez. José Jesús, tenía 18 años y Luis Abel 17.



Muchas fincas fueron  abiertas con la mano progresista de nuestros ancestros en las regiones de Barragán y áreas circunvecinas. Y muchos de los años felices de sus familias transcurrieron allá, en Barragán y sus alrededores.  En las fotografías aparece Cecilia Arango Mejía, hija de mis tíos Luis Abel Arango Gómez y Ana Rita Mejía Arango, EL niño de las  dos fotografías soy yo.


José Jesús y Luis Abel venían desde Salamina; hicieron un alto para pernoctar en Zarzal con sus mulas y aparejos, desde donde debían tomar el tren hasta Buga antes de iniciar el ascenso de la cordillera hacia Barragán, su destino final porque tenían noticia de la bondad de sus tierras. En Zarzal les robaron las mulas y tuvieron que cubrir los costos de viaje entregando los avíos.

En Buga se encontraron con los Velásquez quienes eran dueños de una finca en Santa Lucía, a donde llegaron, donde recibieron albergue y desde donde comenzaron sus actividades como nuevos pobladores de San Juan de Barragán.

Los hermanos Arango Gómez compraron la finca El Paraíso, nombre que seguramente fue dado por otro visionario quien a lo mejor hizo un parangón semejante al de los Gómez quienes compararon a Barragán con la tierra prometida: la belleza de la región donde estaba la finca, le permitió pensar que así fue alguna vez el paraíso terrenal y probablemente tomo el nombre para este pedazo de tierra. Ampliaron la finca y luego se trajeron al abuelo Jesús María.

Don Jesús María Arango Mejía, nuestro abuelo, ya había perdido a su primera esposa doña Pastora, quien murió a los 35 años en el puerperio de la pequeña Soledad quien le sobrevivió un mes. Igualmente don Jesús María ya había contraído segundas nupcias con doña Delfina Duque Gómez. El abuelo Jesús María arribó a Barragán con doña Delfina y sus hijos Ramón de 6 años, Ana Julia de 5, María Rita de 4, Octavio de 3, Rafael Arturo de 2 y Aurora de1. En Barragán nació el 2 de febrero de 1924, Elvia, la séptima hija del matrimonio entre don Jesús María y doña Delfina, quienes tuvieron 4 hijos más antes la muerte del abuelo el 11 de agosto de 1933: Roberto, Heriberto, Ricardo y Cristóbal. Doña Delfina había muerto apenas un año antes, el 20 de noviembre de 1932.

Luis Abel compró la finca El Bosque a una señora de apellido Ossa, Allí se instaló con su esposa Ana Rita con quien se había casado el 02 de mayo de 1934. Luis Abel Arango Gómez y su joven esposa Ana Rita (Mis tíos) se fueron a vivir a Barragán el 4 de julio de 1935. Con ellos venía su primera hija, Cecilia, de tres meses de edad y Elvia Arango Duque, mi madre y hermana menor de Luis Abel, quien de esta forma inició la reunificación de la familia de la segunda esposa del Abuelo Jesús María Arango Mejía, con doña Delfina Duque Gómez. Con la muerte de la abuela Delfina, mi madre había sido confiada a doña Cecilia Arango Jaramillo, quien se convirtiera en mi abuela paterna: en casa de doña Cecilia se conoció con uno de los hijos de esta, Arturo, quien sería años mas tarde mi padre.

El tío Jesús María Arango Gómez llegó a Barragán en 1923 junto con Gabriel, Telésforo y Gómez, sus primos, hijos de tía abuela María Dolores Arango Mejía, pero estos no se establecieron en Barragán sino hasta 1924. Gabriel Gómez, hermano de los anteriores llegó con su familia en 1935, venían con Evangelina, Cecilia Rosa, Raquel y Anita. El tío José Jesús se casaría con Cecilia Rosa el 20 de noviembre de 1929. El tío José Jesús fue un agricultor consagrado en el área de Barragán y algunas veredas circunvecinas.

Las actividades agropecuarias del tío Jesús María Arango Gómez como las de sus hermanos fueron prósperas y algunos de sus descendientes todavía viven en la región.

Igualmente el abuelo Bernardo Mejía Restrepo y su familia se fueron a vivir en Barragán allá por el año de 1936 y de allí partieron para la Herrera en el Tolima en agosto de 1941.

Con el correr del tiempo, Luis Abel y su familia y las familias de sus hermanos, comenzaron a gozar del aprecio de sus vecinos los Garrido-Cancino y los Vásquez Cancino, quienes vieron en ellos sus sanas costumbres, su don de gentes y su espíritu emprendedor, además por las relaciones de vecindad de sus propiedades, pues la finca El Bosque de propiedad de Luis Abel, se encontraba entre La Ofelia (De propiedad de doña Ofelia Cancino y don Francisco Garrido) y San José (De propiedad de doña Esther Cancino y don Roberto Vásquez).

Con el establecimiento de Luis Abel Arango en la región se inició, desarrolló y floreció la explotación del trigo, mercado que el tío Luis Abel impulsó en la región favoreciendo la instalación de campesinos boyacenses y nariñenses. Arturo Mejía Arango, mi padre, manejaba las máquinas para procesar el trigo, máquinas que el tío Luis Abel había importado de Suiza. El tío Luis Abel se convertiría en una especie de Zar del Trigo en Colombia. Nada de la floreciente explotación el  trigo y del impulso que le dieron los Arango a la región se menciona en el libro de Buitrago, García y Orjuela.



Indiscutiblemente y respetando la memoria de quienes llegaron primero a las tierras de Barragán, allá en las tierras altas  de Tuluá, en el Valle del Cauca,  la historia de mi familia está ligada desarrollo de Barragán, al igual que en otras regiones de Colombia, los Arango  fueron una raza de pobladores y Barragán se convirtió en una tierra de oportunidades. Los años felices de la infancia de  mi generación, están ligados a las tierras de Barragán y también a las de Santa Lucía, donde todavía viven algunos de los descendientes de ellos y siguen siendo motor de desarrollo para la región. En la fotografías aparecen el tío Luis Abel Arango Gómez y su esposa, igualmente mi tía, Ana Rita Mejía Arango (Fotografía de la izquierda). A la derecha aparecen el tío Jesús María Arango Gómez y su esposa Clara  Ramírez Aristizabal.


Pedro María Arango Mejía, hermano de mi abuelo Jesús María fue un patriarca poblador de las tierras de Tenerife en la parte alta del municipio de El cerrito en el Valle del cauca; pero en su trasegar de su natal Salamina en el departamento de Caldas hasta El Cerrito en el valle del Cauca, vivió en Barragán, motivo por el cual Álvaro, uno de sus hijos se conoció Ana Julia la hermana mayor de mi madre. Álvaro y Ana Julia se casaron el 30 de julio de 1938.

Mis padres, Elvia Arango Duque y Arturo Mejía Arango, se habían establecido en Barragán después de su regreso de La Herrera en el departamento del Tolima, donde habían ido a vivir después de su matrimonio en Sevilla (Valle del Cauca), el 26 de agosto de 1941, haciendo parte de una romería de paisas que iban a colonizar las tierras agrestes del Tolima, arriba de Rioblanco, por aquel tiempo del municipio de Chaparral. Su regreso al Valle del Cauca y a Barragán ocurrió el 25 de septiembre de 1942, trece meses después de su matrimonio y de su viaje a La Herrera.

El 8 de diciembre de 1942, llegaron a Barragán mis tíos Jaime y José Valentín, adolescentes para aquella época, quienes venían de La Herrera después de cruzar a pié el Páramo de Las Hermosas en compañía de la Abuela Cecilia, para salir a Florida en el Valle del Cauca, donde tomaban el transporte hasta Sevilla.

El tío Jaime se casó con Rosalba Restrepo Echeverri el 6 de agosto de 1953 y se radicaron inicialmente en Sevilla pero luego se fueron a vivir en Tesorito, la finca del tío Luis Abel en cercanías de Barragán y luego en Barragán allá por el año de 1957 vivían en la casa conocida con “El alto de la coles” cuando nació Amparo, la tercera hija del matrimonio, igualmente allá en Barragán nació Cecilia, la segunda de las hijas.

Este es el Barragán histórico, el que conocimos de niños en la década de 1950, el Barragán florido no solo por los hermosos jardines sino por el colorido de los vestidos de la muchachada en la época de vacaciones, cuando los hijos de los dueños de la tierra vivían en el campo y sus hijos regresaban de vacaciones desde las casa de los parientes donde vivían o de la ciudades como Tuluá, Buga, Manizales y Popayán donde estudiaban internos.

Es el Barragán con las diferencias partidistas de una segunda “patria boba” que permitía que sus campesinos se despedazaran en el campo por razones que nosotros y muy probablemente nuestros padres no entendían y que por este motivo nos era una “patria boba” un tanto ajena sin que esto quiera decir que las imágenes de los campesinos masacrados se hayan borrado de nuestra memoria; fueron hechos que nos marcaron de niños y que todavía no terminamos de entender.

En Barragán floreció y dio fruto la tierra gracias al esfuerzo de las gentes que la poblaron, por las razones que hayan sido y que relatan los hechos históricos recogidos en esta crónica, al igual que por sus colaboradores en las actividades labrantías. Allí prosperaron sus negocios, allí se arruinaron muchas veces y allí volvieron resurgir de su ruina como el ave Fénix de sus cenizas.

Barragán fue para nuestros ancestros, una tierra de promisión, desde la cual emigramos hacia diferentes puntos cardinales del país y del exterior, por razones económicas, académicas, políticas o simplemente por cansancio de vivir en una tierra que teníamos que compartir con la violencia. Mi padre, en una tarde cualquiera de finales de 1957 llegó en un camión a la casita donde vivíamos en la primer calle del pueblo a la izquierda y dijo: “Nos vamos ya de este pueblo”; mi madre no terminó de hacer un dulce a base de leche, recogimos algunas cosas de la huerta, sin empacar subimos los "corotos" al vehículo y no fuimos, hacia Tuluá pero sin rumbo fijo. Así que el término “desplazado” para mi no es nada nuevo.