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lunes, 6 de diciembre de 2010

Elvia, un ultimo bastión de los Arango

Por: Bernardo Mejía Arango

"La tranquilidad de todos es que vivió lo que tenia que vivir y se fue tranquila" es una frase contenida en un mensaje que llegó a mi correo electrónico luego del fallecimiento del Elvia, mi mamá, nuestra mamá como se diría en España por que allá, cuando uno de los hijos se refiere a la mamá, lo hace en plural como si fuera una invocación de todos los hermanos.

Elvia nació en una época en que la tecnología no había invadido la vida de las personas. Nosotros, sus hijos, al menos los mayores, vivimos también esa época ausente de tecnología al menos en el grado en el que se vive actualmente y que ha hecho de la vida de la gente, algo impersonal y frío.

En el pueblo donde vivimos en los años en que yo estaba en la escuela primaria, después de migrar del campo a la ciudad, solo había un televisor, la programación comenzaba hacia las cinco de la tarde y terminaba hacia las 9 de la noche, la televisión era en blanco y negro y corría el año de 1958. Recuerdo el "Telecirco Colombina" y "El mundo al Vuelo" como los programas que nos dejaban ver en la casa de los Llano, los únicos que tenían televisión en el pueblo.

Los niños pobres, los hijos de los desplazados de la violencia de los años 50, no teníamos televisión; así de simple, era una vida igualmente rica porque la ausencia de lo que era tecnología en aquella época, nos permitía compartir con los muchachos de la cuadra los juegos "manuales" por así decirlo, en el sentido de que no dependían de un aparato electrónico; ni siquiera este término se conocía en aquel entonces. Igual los niños y niñas cantábamos y jugábamos en las rondas infantiles. Juegos y rondas fueron desapareciendo paulatinamente a la par que aparecía la tecnología y los juegos por ella generados. Los cuidados de nuestros padres hacia nosotros, no estaban enfocados hacia la droga, apenas si existía la mariguana.

No había dos jornadas escolares, se estudiaba todo el día, no había computadores, ni siquiera se habían inventado las calculadoras, no se hablaba del genoma humano, ni siquiera para la ciencia ficción, cosa que no existía; lo que emocionaba a los muchachos eran las películas de vaqueros o de pistoleros o las de los héroes de la historia y la mitología grecoromana pues por aquel entonces se iniciaban las grandes producciones de este género en el Hollywood de la época: Ursus, Maciste, Espartaco, Sansón y muchos otros, no se conocen en el mundo de la electrónica en el que viven inmersos nuestros hijos, mundo donde predominan seres androides mitad o un poco mas es máquina y el resto ser humano, por no decir que todo máquina.

De esta forma, los cuidados de la mamá eran en cierta forma más cosa de amor y fuerza por la gran cantidad de trabajo, que partían desde concebir y parir un hijo por año; trabajo físico para cocinar, lavar, planchar y atender en general una casa para tanto muchacho; en nuestro hogar fuimos 12 y nos criamos 10. Empleada no había, no había dinero para pagarla.

Entonces los juegos se hacían a base del trompo, de las bolas de cristal con las que jugábamos a los "cinco hoyos" o al "hoyo seco" y cuando no había para comprar bolas de cristal, estripabamos las tapas de cerveza o gaseosa, con una piedra, con un martillo o las poníamos ligeramente abiertas en la carrilera para que el tren las dejara bien estripadas.

Había juegos infantiles como la "lleva", el "cogido" o "la libertad", juegos que además de la entretención, nos permitian en cierta forma hacer mucho ejercicio aeróbico pues en todos ellos había que correr y la ropa primero pagaba las consecuencias, luego nuestras nalgas gracias a las "pelas" o juetazos que nos ganabamos por llegar a la casa con la ropa rota por causa del juego. Por cierto, nadie se ha traumatizado por eso; igual no existían las comisarías de familia para que los hijos acusaran a los padres por reprenderlos como sucede hoy en día.

No había suficiente dinero para reemplazar tanta ropa rota por causa de los juegos infantiles, no obstante que la ropa y los zapatos "de marca" no existían o por lo menos uno no se preocupaba por eso. Lo importante era estar con la ropa limpia, lo demás no era importante; no todos tenían para comparar zapatos y a la escuela muchos iban descalzos. En las escuelas públicas no se usaban uniformes, por lo menos en las de varones, eso vino mucho después.

Las vivencias de Elvia, nuestra mamá, desde su matrimonio siempre estuvieron ligadas a la inseguridad del campo hasta una tarde cualquiera de comienzos de ese año de 1958, cuando estaba haciendo un dulce a base de leche en un fogón de leña en el patio de la casita donde vivíamos en un Barragán, un pueblo ubicado en la parte alta de la cordillera del municipio de Tuluá, cuando llegó mi papá y dijo "Nos vamos ya de aquí".

Atrás quedaba su trabajo como fontanero y encargado de manejar una planta eléctrica Lister con la que se daba iluminación una pocas horas al caserío. Nuestro papá había estudiado por correspondencia en la "Hemphill School" de los Estados Unidos. La planta se prendía cuando se hacía escasa la luz de día, se entraba a oscuras hasta el sitio donde estaba ubicada o con la ayuda de la luz de una vela.Tengo vivo el recuerdo de haber tropezado a la débil luz de la esperma, con un cadáver sin cabeza de un campesino, dejado en la casa donde funcionaba la planta eléctrica por los soldados quienes lo habían recogido.

Arturo nuestro papá, había contratado un camión cuyo chofer lo había dejado en la callecita en frente de la casa y comenzamos a subir los "corotos" sin haber empacado nada. Nuestro viejo, que para aquella época no era tan viejo pues había nacido en marzo de 1921, estaba literalamente "mamado" de la violencia partidista de aquella década de recordación ingrata, sobretodo para el campo. No sabíamos donde iríamos a llegar en Tuluá; por lo pronto, terminamos acogidos en la casa del tío Octavio, hermano de nuestra mamá, en las afueras del pueblo, mientras nuestro papá se iba a conseguir trabajo en el ingenio Riopaila. En aquella época de tecnología poco desarrollada, la fuerza bruta propia de un campesino, era suficiente para conseguir "coloca" como se decía en aquella época.

En mis recuerdos de niño en aquel pueblo de Barragán, que fuese tierra de promisión para los paisas colonizadores y pobladores inmigrantes del Viejo Caldas y de Antioquia, existen imágenes de campesinos masacrados como los que mis primos, mis hermanos y yo veiamos desde la cocina de un segundo piso en una casa esquinera ocupada por un batallón en la parte baja; uno de mis tíos, su propietario, se la había alquilado al gobierno; no era poco común la macabra escena campesinos en ropa interior o desnudos, muertos a machetazos.

En mis recuerdos de niño está la imagen animada de 14 mulas entrando al pueblo por el costado sur en una tarde lluviosa, cada una con un cadaver en su lomo, boca abajo; de todos los muertos recuerdo a una mujer cuyo cabellera llegaba hasta el fango del piso y al vaivén de sucuerpo al paso de la mula, el cabello de la mujer ondulaba igualmente sobre el barro.

Detrás de todas estas vivencias estaba lógicamente nuestra mamá. Al lado de estas vivencias, las de mi papá tuvieron que ser mucho mayores como para haber tomado aquella decisión de alejarse de la vida del campo, y así fué.

De esta manera, Elvia, nuestra mamá, se desligaba de la vida de campesina trasegante detrás de su marido, quien había heredado de mi abuelo Bernardo mucho de su espíritu poblador, colonizador y en cierta manera nómada, siempre buscando una vida mejor para él y su familia. Y se desligó despues de haber acompañado a mi papá y al abuelo Bernardo en su proceso de abrir fincas y construir casas y luevo venderlas para ir a otro lado: abrió fincas en Riobravo (Calima), Restrepo, Barragán (En el Valle del Cauca) y Herrera (En el Tolima). De pronto en su memoria genética tenía el espíritu colonizador y poblador de sus ancestros paisas, así vivió.

Y es que las generaciones actuales no conocieron esto y por tanto no tienen porqué entenderlo: la vida era dura pero sencilla; poca tecnología, principios religiosos, costumbres sanas, educación estricta, respeto por la palabra empeñada, respeto por los mayores y el infundir en los hijos valores, eran el marco de referencia, de una vida sencilla, sencilla y sana en medio de una violencia partidista.

En los funerales de mi mamá leí la crónica "Elvia" que escribió Cecilia Arango Mejía, su sobrina pero igual y en cierta forma su hermana menor y que se encuentra publicada en este blog, "Los Mejía Arango y Arango Mejía".

Desde que Cecilia escribió la crónica, siempre supe que la leería en el funeral de mi mamá, tarea ingrata que me había propuesto cuando fuera la Misa de su fuenral, que finalmente fue en la Catedral de Buga el pasado 23 de noviembre; la iglesia estaba llena desde el atrio hasta el altar. Los cantos durante la santa Misa estuvieron a cargo de Francesco a quien se le pidió que evitara cantos lastimeros, y así lo hizo. Estuve sereno, completamente calmado, era un homenaje a nuestra mamá, quien fuera en cierta forma la hermana mayor de los hijos e hijas de Luis Abel Arango Gómez (Su hermano mayor) y Ana Rita Mejía Arango (Quien fuera su cuñada). De igual manera era un homenaje a ella como abuela, como bisabuela, como tía; el último bastión los Arango en nuestra línea familiar, era el séptimo de doce hijos del segundo matrimonio de nuestro abuelo Jesús María, de 25 hijos que completó en los dos matrimonios.

Inicié explicando en forma breve, que Elvia era la última de la generación 12 de nuestra linea familiar, desde que don Domingo Antonio de Arango y Valdés trajo el apellido a Colombia, allá por los comienzos del siglo XVII (1600 y algo) y que como un homenaje leería la crónica, que mucha gente no conocía.

Nuestra mamá fue criada luego de la muerte de la abuela Delfina, primero por mis abuelos Cecilia Arango Jaramillo y Bernardo Mejía Restrepo y luego por Ana Rita y Luis Abel, como dice la crónica; Elvia tenía un poco mas de 8 años cuando murió su madre, mi abuela Delfina. La crónica concluye con el felíz matrimonio entre Arturo y Elvia, nuestros padres.

Al final de la lectura, la gente que asistió a la Misa estaba tan entretenida con la historia, que ya no se oyeron mas sollozos. Se había entendido que la vida de nuestra mamá había formado parte de un plan de Dios, como integrante que ella era de una familia, de un apellido que viene desde el pasado y que migra hacia el futuro, a través de ellos y luego de nosotros y luego de nuestros hijos y de los hijos de ellos hasta el final de los tiempos.

La historia, que es un resumen del surgimiento de las dos familias de mi abuelo Jesús María, de la forma como se desbarataron (con la muerte de su primera esposa y luego de la segunda), sus dos matrimonios y luego con la forma como Luis Abel las reunificó, con el desenlace final: haber conseguido una novia (La tía Ana Rita) en el proceso de visitar al primo de su padre (Mi abuelo Bernardo) y de haberle dejado confiado a él y a su esposa el cuidado de Elvia, la menor de sus hermanas, y haberse casado finalmente con la tía Ana Rita, quien pasaría a ser una madre sustituta para los hermanos Arango Gómez (Arango mayores) y Arango Duque (Arango menores), los hijos de los dos matrimonios del abuelo Jesús María.

Al finalizar la lectura, di dos agradecimientos:

Dí el agradecimiento póstumo a Luis Abel y Ana Rita por haber terminado de criar a nuestra mamá y haberle infundido todos los valores que la acompañaran hasta el final de sus días, valores con los que vivió su vida y valores con los que nos cuidó y educó, valores que al final prevalecieron sobre todas las tendencias rebeldes y locas propias de la niñez ,de la adolescencia y aún de la edad madura.

Igual di los agradecimientos a Tulio Sanclemente y a Alba mi hermana, por haberla acogido en su casa, que aunque físicamente era la mía, era el hogar de ellos dos; que aunque siempre los hijos de Elvia hicimos un aporte económico, el amor y la dedicación con que la atendieron mi hermana y su esposo fueron mucho mas importantes que cualquier cosa. Allí llegamos siempre los otros hijos para estar con ella, para cuidarla y darle nuestros mimos y caricias. Nunca vi un gesto desagradable ni un reproche por parte de ellos por cuidar a la viejita, quien estuvo muy lucida hasta la noche anterior de su fallecimiento.

La lectura de la crónica dio fin a la ceremonia fúnebre que terminó en aplausos y ya no dolió tanto; habíamos cumplido nuestro objetivo de honrar a nuestros mayores, a quienes nos dieron sus raíces, nos mostraron el camino y nos brindaron alas, a través de nuestra mamá, el último bastión de los Arango en nuestra línea familiar, de una generación de colonizadores, de pobladores, de guerreros, de luchadores, de quienes hicieron surgir un país, quienes muchas veces se arruinaron en medio de los conflictos sociales e igualmente volvieron a surgir de en medio de las cenizas.

Es allí donde nosotros quedamos para dar testimonio de ello y que no es como para decir: "Vivió lo que tenía que vivir y se fue tranquila", la vida de nuestra mamá, fué más que lo que encierra esa frase.

2 comentarios:

  1. que bien primo
    el homenaje que le hiciste a vuestra madre y de repaso a mis padres. besos

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  2. BUSCO A MIGUEL ANGEL ARANGO QUE FUE NOVIO DE LUZ MARINA MEJIA POR FAVOR HAGAMELO SABER EL ES MI PADRE Y EL NO LO SABE QUIERO UBICARLO POR FAVOR CUANDO EL SE FUE MI MADRE ESTABA EN EMBARAZO ELLA MURIO Y EL NUNCA SUPO NADA POR FAVOR LLAMAR AL 3137580945 GRACIAS MI NOMBRE ES MARY LUZ MEJIA

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