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domingo, 27 de diciembre de 2009

La muñeca de mi madre



La niña que está en la fotografía de la izquierda es Ana Rita Mejía Arango, de aproximadamente cuatro años. Lleva el collar de perlas de la tía abuela Luisa Arango Jaramillo.
Los tres niños son: Cecilia, Gilberto y Germán Arango Mejía.



Por: Cecilia Arango Mejía. Buga, diciembre 24 de 2009

Cuatro años tenía Ana Rita el 29 de diciembre de 1.920, cuando sus padres, como buenos paisas, aficionados a pasear, decidieron hacer un viaje a Buenaventura para conocer el mar.

Bajaron de la ciudad de Manizales situada en las laderas del volcán nevado del Ruiz. Cruzaron la parte plana del valle del río Cauca. En un planchón pasaron a la margen izquierda de este caudaloso río que avanza hacia el norte bordeando la cordillera occidental, hasta llegar a las llanuras de la costa norte de Colombia; allá inclina su curso para encontrarse con el majestuoso río Magdalena. El Cauca es el principal afluente del río más importante de Colombia: el río Magdalena.

La familia llegó a la Sultana del Valle, a Cali, la capital del Departamento del Valle del Cauca, hermosa y alegre ciudad de clima cálido y gente amable, cruzada por el rumoroso río Cali. De esta ciudad dijo nuestro gran poeta llanero Eduardo Carranza: “Cali es un sueño atravesado por un río”.

De Cali viajaron en tren hasta Buenaventura. Llegaron al Hotel Estación, elegante y antiguo hotel de esa ciudad. Este edificio es patrimonio histórico de Buenaventura, del Valle del Cauca y de Colombia, porque en él se ha hospedado durante muchas décadas, gente importante del Valle del Cauca y de Colombia.

El tren salía muy temprano de Cali y llegaba muy tarde a Buenaventura; era y es un viaje largo, subiendo desde el Valle del Río, trepando despacio y bordeando abismos hasta llegar a la cima de la Cordillera Occidental; luego desciende por entre la selva virgen, sin acelerar la locomotora, dibujando curvas peligrosas y cruzando puentes. Este lado de la cordillera tiene varios ríos y cañadas. El tren parece una enorme serpiente que baja por aquella espesa vegetación, buscando el Océano Pacífico.
Llegaron muy cansados por el largo viaje y el calor sofocante a nivel del mar en la zona tórrida. Se bañaron, cenaron y se fueron a dormir. Al día siguiente muy temprano, viajaron a La Bocana. Un pequeño barco cruzaba la bahía, la hermosa Bahía de Cascajal o Buenaventura, la mejor de Suramérica sobre el Pacífico. Este barquito los llevó de oriente a occidente; casi llegando a mar abierto desviaba su rumbo hacia la esquina norte de la bahía; allí se encuentran las playas de La Bocana, frente a la inmensidad del océano.

Cambiaron su ropa de viaje por el anticuado vestido de baño; el de doña Cecilia era un camisón de seda roja con arabescos negros; las magas al estilo japonés cubrían sus hombros. El escote moderado, la falda un poco larga, caía una cuarta abajo de las rodillas. Completaba singular atuendo un calzón bombacho de la misma seda, con elástico en la cintura y en el borde de la manga del pantalón que llegaba hasta la mitad de los muslos. Ella se sumergió y flotó por mucho rato disfrutando el vaivén de las olas. Cuando salió, el camisón húmedo dibujaba la esbelta y bien formada figura de la linda abuela. Por esa época tenía 22 años.

El vestido de don Bernardo: camiseta y pantaloncillos a la rodilla; las dos prendas tenían rayas horizontales negras y blancas; así lo usaban los actores del cine mudo. El también lucía guapo, buen mozo como decimos los colombianos. Su piel blanca, cabello y ojos castaños; fuerte y joven, tenía 28 años. Con el agua a la cintura, sostenía en sus brazos a la niña. Esta niña no tenía traje de baño, solamente llevaba sus pantaloncitos blancos.

Después del baño se sentaron sobre la arena; ella muy bonita, con la cara rosada donde se destacaban sus maravillosos ojos azules, azul de montañas lejanas; su cabello castaño, brillaba con los rayos del sol.

Mientras don Bernardo fue a conseguir el almuerzo, la madre y la niña jugaban con la arena. Luego fueron al kiosco para protegerse del sol, almorzaron pescado frito, arroz con coco y patacones.

Los tres no dejaban de mirar a la negra que sacaban el pescado de la sartén. Ellos sabían que existían personas muy oscuras pero en aquella época en Manizales, por el clima tan frío, no vivía gente negra. Se quedaron sorprendidos al mirar de cerca esa mujer tan negra como el carbón, con cabello como lana de oveja oscura pegada al cráneo, los labios muy gruesos dejaban ver dos hileras de blancos dientes; en sus ojos oscuros resaltaba la blancura de la esclerótica, esa membrana que cubre el globo del ojo; tenía las palmas de las manos y las plantas de los pies muy claros, casi blancos. Era gorda y alta. ¡Qué mujer tan rara! Rara para ellos.

Por la tarde regresaron al puerto y al día siguiente fueron al muelle y conocieron barcos de distintas nacionalidades. Cerca al muelle visitaron un sitio que parecía un mercado persa por la cantidad y calidad de mercancías. Allí consiguieron muchas cosas: vajillas para el café, con tacitas, azucarera y jarrita para la leche; jarrones y floreros, todo en fina porcelana china, porcelana casi transparente. También compraron cortes o piezas de seda para vestidos de doña Cecilia, sus hermanas y sus cuñadas. Dos cortes hermosos de crespón chino, color negro, para doña María Rita Jaramillo viuda de Arango y doña Ana Rosa Restrepo de Mejía; estas dos señoras eran las abuelas de mi madre. Allí también encontraron cascabeles para Arturito, el bebé de nueve meses que se había quedado en Manizales con la abuela materna.

Entre los detalles de las compras, había un kimono de seda negra, con un dragón, emblema chino, un dragón cuyo fondo era toda la espalda del kimono, esta figura finamente bordada en seda blanca. Ese kimono duró muchos años, yo alcancé a conocerlo; esta prenda tenía poco uso. En 1.940 el kimono tenía 20 años y aún lucía bonito y me gustaba; lo usaba para los disfraces.

De aquellas compras también conocí la muñeca de mi madre. Era una muñeca con cara, brazos y piernas color piel, fabricada en porcelana alemana. Tenía muchos vestidos que mi abuela y mi madre le cosieron. Llevaba medias blancas y zapaticos negros de charol. Su carita hermosa con mejillas rosadas, nariz recta, su boca graciosa entreabierta dejaba ver diminutos dientes de porcelana blanca; el cabello rubio como el de las damas de los cuadros de Tiziano, el pintor italiano que le dio tono dorado a los cabellos; por eso las abuelas decían: “tiene el cabello rubio Tiziano”. Los ojos de cristal verde aceituna bordeados de lindas pestañas, se abrían cuando la muñeca estaba de pié o sentada y se cerraban cuando la acostaban. Muñeca dormilona decían las niñas de mi época.

Mi abuela quedó fascinada con esa muñeca que tanto se parecía a su hijita; a pesar de que era costosa, la compraron. Mi madre la cuidó como si fuera su hija y la bautizó con el nombre de Ana Rita. Cuando yo era niña, me la prestaba con muchas recomendaciones porque era un gran recuerdo de familia; yo la prefería y la cuidaba más que a mis muñecas.

Mi abuela, mi abuelo y mis tíos Jaime y José Valentín nos visitaban con frecuencia y a veces se quedaban a dormir en mi casa. Una tarde, 29 de diciembre de 1.942, en la hacienda “El Bosque” celebraban el cumpleaños número 26 de mi madre. La familia estaba reunida; yo jugaba con mis hermanitos: Germán de 6 años, Gilberto de 5. Mi padre sostenía en sus brazos a Hortensia, “Tenchita”, mi linda y graciosa hermanita de 2 años, era la consentida de todos.

Libia María de diez meses, dormía en los brazos de mi abuelita; mi mamá servía el dulce cuando José Valentín, su hermano menor, de 13 años, jugando me quitó la muñeca y caminando de puntillas para no hacer ruido, se acercó a mi madre, sobre el hombro le colocó la muñeca para asustarla y lo consiguió; mamá hizo un movimiento nervioso, le dio un fuerte golpe a la linda muñequita que a pesar de tener 22 años seguía luciendo como una niña de cuatro. Con el golpe, la muñeca cayó al piso; como era de porcelana se volvió añicos.
Mi madre y yo, lloramos tratando de recoger aquellos restos que se llevaban lindos recuerdos. Mamá me dio permiso para enterrarla en el jardín junto al rosal de flores blancas. Germán, Gilberto y yo, le colocamos sobre la tumba muchas flores: rosas, hortensias, claveles, pensamientos, margaritas, lirios morados, violetas, etc. etc., una flor de cada planta de aquel hermoso jardín. La pequeña Hortensia miraba sorprendida, tratando de ayudar, sin comprender aquella extraña ceremonia.

Durante mucho tiempo sentía tristeza cuando recodaba la muñeca que se llamaba Ana Rita: la muñeca de mi madre.

sábado, 26 de diciembre de 2009

Ramón Antonio Arango Mejía, teniente coronel.


El tío abuelo Ramon Antonio Arango Mejía (Hermano del abuelo Jesús María), era teniente coronel en la guerra de los mil días, en el batallón que tenía sede en Salamina. Soltero, No hay registro de descendientes. (No se consiguió fotografía del tío abuelo Ramón)

En el libro del Historiador y presbítero Guillermo Duque Botero “Historia de Salamina. Vida Cultural Siglos XIX y XX Tomo II” publicadopor la Editorial Kelly en 1976, figura la siguiente crónica sobre el tío abuelo Ramón Arango Mejía: “Teniente Coronel Ramón Arango Mejía.- Hijo de don Joaquín Arango Gómez y de doña Sara Mejía Toro".

En la importante obra: “Geografía Guerrera Colombiana”, por don Eduardo Riascos Grueso, leemos: “Llegó a Salamina un distinguido luchador liberal, de origen antioqueño, apellidado Uribe, quien andaba en actividades bélicas y luego figuró en las campañas de Cundinamarca y Tolima durante la postrera guerra civil. Experimentó algún contratiempo, con tal motivo llegó a la propiedad de don Joaquín Arango Gómez, situada en inmediaciones de Sabanalarga. Al manifestarle la pérdida de su cabalgadura y del dinero que llevaba para fines políticos, el señor Arango le cedió generosamente nueva caballería, y a la vez le auxilió con dinero para la continuación de su gira revolucionaria por territorio caldense. El Coronel Uribe agradecido, apuntó en la cartera el nombre de su benefactor y el de todos los hijos suyos. Sobrevino la contienda, y después del combate de Coyaima, en el cual Uribe fue uno de los vencedores, en su carácter de Jefe del Batallón, se dirigió a un joven de fisonomía simpática y atrayente, ensangrentado, y le dijo:

- ¿Cómo se llama usted?
- Yo me llamaba Ramón Antonio Arango.
- ¿Cómo que se llamaba, no está usted vivo?
- Si señor, pero como me han de fusilar…
- ¿Usted es hijo del señor Joaquín Arango, a quien conocí en Salamina?
- Si señor.
- Queda usted en libertad inmediatamente.
- No señor, fusíleme, bien se la orden superior.
- Ya dije a usted que está en libertad, y puede retirarse inmediatamente.

Así lo hizo el joven Arango. Este se expresaba en estos términos porque en el Tolima la lucha fue una verdadera guerra a muerte, pues no se daba cuartel a los prisioneros.

Transcurrió algún tiempo, cayó prisionenro el ya General Uribe en el combate de Tibacuy, y a semejanza de Arango, exclamó: que se me fusile. Reconocido enseguida por aquel vencedor en acción, se dirigió hacie al jefe liberal, diciéndole: “Amigo uribe, está usted en libertad. El General Gutiérrez es inexorable en las órdenes que da, pero la amistad también tiene sus fueros sagrados que respetar. Tome, usted, general, esta bestia y huya”.

En el mismo autor, leemos: “Combate de Coyaima, el 8 de junio de 1901. El nombre de Uribe era Juan Cancio, del ejercito vencedor. El comabte de Tibacuy, tuvo lugar el 27 de julio de 1900 y el vencedor en este hecho de armas, el general Pompilio Gutiérrez Arango”

sábado, 5 de diciembre de 2009

"Elvia"

Por: Cecilia Arango Mejía, 13 de noviembre de 2009


Elvia Arango Duque, 8 años
Ocho años y nueve meses tenía Elvia cuando murió su mamá el 20 de noviembre de 1932. El dos de febrero, día de la Virgen de la Candelaria, cumplió los nueve años. Seis meses más tarde, cuando solo tenía nueve años y medio, murió su papá, el once de agosto de 1933. Ella no quedó sola en el mundo, pertenecía a una familia muy grande, de ancestro antioqueño-caldense, familia que en la segunda década del siglo veinte, emigró a las tierras altas de Tuluá, Valle del Cauca.

Don Jesús María su padre, se había casado a los 18 años con doña Pastora Gómez Vélez de 16. Con Ella tuvo trece hijos. El enviudó a los 37 y Ella murió a los 35 al dar a luz a su última hija, quién le sobrevivió un mes. La sexta hija de este matrimonio, murió de 4 años, se llamaba Elvira y el segundo hijo, Néstor de 17 años, murió pocos meses después de morir su señora madre.

Así aportó Don Jesús María diez hijos a su segundo matrimonio con doña Delfina Duque Gómez, Ella tenía 22 años y El 38. Doña Delfina murió dejando 12 hijos, la última niña murió de 2 meses. La madre murió de fiebre puerperal, enfermedad que se declara después del parto.

Don Jesús María, quedó de nuevo viudo. A los 57 años era un hombre fuerte, simpático y de bonita presencia. Creo que aún tenía ánimo para un tercer matrimonio y otra docena de hijos. Desafortunadamente murió a causa de un accidente que lo dejó medio vivo, o mejor dicho medio muerto, porque se fracturó la columna a la altura de la cuarta y quinta vertebras de las siete cervicales. Solo podía mover la cabeza, pero hablaba con lucidez y buen humor. Así duró tres largos meses; su suplicio empezó el 30 de abril y murió en Manizales, el once de agosto del mismo año. Ciento tres días de sufrimiento para él y su familia, especialmente para Luis Abel, quién lo acompañó todo el tiempo.

25 hijos, 13 del primer matrimonio y 12 del segundo, con el siguiente orden: primero Aura Rosa, segundo Néstor (Murió de 17 años), tercero Jesús María, cuarto María Herminia, quinto Ernestina, sexto Elvira (Murió de 4 años), séptimo José Jesús, octavo Luís Abel, noveno Pastora Emilia, décimo Hernando, undécimo Elvira (Reemplazó el nombre de la niña que murió de 4 años), duodécimo Blanca Celia, décimo tercero Soledad, la última de su primer matrimonio.

De su segundo matrimonio el primero fue Ramón (Reemplazó el nombre del tío coronel, quién murió después de la guerra de los mil días), segundo Ana Julia, tercero Octavio, cuarto María Rita (Cuyo nombre reemplazó el de la tía Rita, quién murió en enero de 1918). Quinto Rafael Arturo, sexto Aurora, séptimo Elvia, octavo Roberto, noveno Heriberto, décimo Ricardo, undécimo Cristóbal, duodécimo Gilma, la última niña quien murió dos meses después de fallecer su mamá.

¡Total 25 hijos! Todos legítimos, como decían los viejos; ninguno fuera de los dos matrimonios de rito Católico.

De los 21 hijos vivos, dos del segundo matrimonio murieron solteros, Heriberto y Ricardo, no dejaron retoños que la familia conozca.


Las diez mujeres (Seis del primer matrimonio y cuatro del segundo) y los nueve hombres (Cuatro del primer matrimonio y cinco del segundo), se casaron por el rito de la Iglesia Católica; tuvieron muchos hijos, muchos nietos y biznietos y tataranietos. Es difícil saber cual es el total de los descendientes de don Jesús María, a pesar de que uno de sus nietos, Bernardo Mejía Arango, se ha dedicado a conseguir nombres, fechas, partidas de bautismo, cédulas, fotografías y muchos detalles más, gastando: “tiempo, trabajo y dinero” como dice una propaganda; también lo ha averiguado por internet, buscando por todo el mundo los sitios a donde algunos de ellos emigraron en busca de nuevos horizontes. Algunos se fueron desde mediados del siglo veinte; los descendientes de Hernando, casi todos son españoles.

Yo pienso que ese abuelo, mas que un fundador fue un poblador de este hermoso país y de algunos sitios del mundo……..


Don Jesús María también fue fundador, porque con sus hijos mayores, algunos parientes, amigos y paisanos colaboró con la fundación de San Juan de Barragán. Ellos construyeron la primera iglesia y muchas casas, algunas ya no existen.

Elvia era muy niña, pero ya comprendía la gran tristeza de perder a sus padres y ver a su familia separada. Sus hermanas adolescentes, Ana julia y María Rita con su hermanito Cristóbal de un año, se fueron a vivir con su hermano Jesús María y su esposa Clarita. Aurora, Elvia y Ricardo de 3 años a la casa de José Jesús y su esposa Cecilia. El resto de la familia, los cinco varones, se quedaron en la casa de Luis Abel. Ramón de 17 los cuidaba, mientras Luís Abel, de 28, viajaba a Manizales con su padre moribundo.

Elvia y sus hermanos, poco después de la muerte de doña Delfina Duque Gómez, su madre. Fila de arriba, de pié, de izquierda a derecha: Ramón, Ana Julia, Rafael Arturo,  Maria Rita, Octavio, Aurora, Elvia, Roberto. Fila inferior, sentados, de izquierda a derecha:  Heriberto, Ricardo, Cristóbal.

Cuando Luís Abel terminó la tarea de cuidar y luego sepultar a su padre, viajó a Cali a visitar a su primo segundo Don Bernardo Mejía Restrepo, casado con doña Cecilia Arango Jaramillo. Allá lo recibieron muy bien, con mucho cariño y atenciones. Cuando la adorable doña Cecilia supo la larga y triste historia del primo de su esposo, dijo amablemente: “Traigan a esta casa a una de las niñas, nosotros la cuidaremos”.

Y así fue. Luis Abel regresó a San Juan de Barragán y organizó a sus jóvenes hermanos y regresó a la casa de Don Bernardo y Doña Cecilia, sus futuros suegros, que ya vivían en La Cumbre. Desde el primer viaje, se enamoró de la hija mayor del primo de su padre…. y volvió a visitarlos, dejando (muy confiado) a Elvia, la menor de sus hermanas. Dos o tres veces fue a visitar a su hermanita, y también a la novia.

Elvia vivió con esta familia en La Cumbre, en Darién y en Restrepo, hasta julio de 1935. El 4 de julio de 1935 regresó a San Juan de Barragán con su hermano Luís Abel, su joven esposa Ana Rita y la bebita Chila de 3 meses. Por aquella época Elvia ya tenía once años. Toda la familia del segundo matrimonio de don Jesús María, fue a vivir con Luís Abel y Ana Rita: desde ese día esa sería la casa paterna de esta familia.

Cuando la pequeña Chila aprendió a conocer a sus seres queridos, amaba a sus tíos y tías como si fueran sus hermanos mayores. Esta niñita era la consentida de todos y Ana Rita la cuñada, fue tratada con mucho cariño y respeto, como si fuera otra hermana. Se repartían los quehaceres domésticos y por las tardes iban de paseo al campo, con fogata y comitiva. Los varones armaban columpio y todos se divertían mucho, pues todos eran jóvenes y alegres y la señora de la casa solo tenía 18 años, unos meses mayor que Ana Julia.

Poco a poco se fueron casando, todos muy jóvenes. Primero Ana Julia de 21 años y María Rita de 18, el mismo día 30 de julio de 1938; Ramón de 23 años, el 15 de enero de 1939. Aurora de 17 años, el 9 de agosto de 1939. Rafael Arturo de 20 años, el 15 de enero de 1940. Octavio de 22 años, el 10 de agosto de 1940.

Elvia no era una niña triste, jugaba, cantaba y reía, como todos los jóvenes de su edad. Tenía un carácter firme y altivo. En sus tareas demostraba mucho talento.

Cuando se casaron sus hermanas y se fueron a vivir lejos, a pesar de que quería mucho a Luís Abel y a Ana Rita, creo que se sintió sola, porque en aquella época en San Juan de Barragán, la gente se divertía poco; no bailaban y los amigos o novios tenían que pertenecer a una familia muy conocida. Las señoras y señoritas estaban dedicadas al hogar, al trabajo y a la oración. Los viernes iban al cementerio; era un paseo fúnebre, porque lo hacían recitando las oraciones para los muertos, repitiendo réquiems y Padre Nuestro hasta llegar al campo santo: todo invitaba a la nostalgia y llanto.

San Juan de Barragán está situado sobre una repisa de la cordillera central, de allí se baja por un declive suave hasta otra pequeña repisa donde está el cementerio. Mirándolo desde arriba con sus tumbas blancas y sus cruces negras, parece un tablero de ajedrez con las fichas en desorden.

Antes de llegar al cementerio se destacaba y creo que aún hoy existe, una casa grande, de teja española; alrededor varios pinos de un verde muy oscuro y más allá un gran cultivo de maíz, en temporadas verde claro y en otras amarillo ocre, cuando estaba las mazorcas secas. Esa era la casa de Don Jesús María y de doña Delfina. Allí nació y vivió Elvia hasta cuando murió su mamá y su papá vendió la casa. El dinero se esfumó en gastos de esa enorme familia, malos negocios del padre desconsolado y desorientado, otra vez viudo y sin saber como atender a su familia, con los problemas de la depresión económica de los años 29 y 30 del siglo 20.

Chila siempre acompañaba a su tía cuando iba al cementerio, a esos paseos fúnebres que organizaban las señoras devotas de las ánimas del purgatorio. A pesar de sus escasos cuatro años, caminaba a la par con los mayores. Para que descansara, algunas personas la llevaban en sus brazos por un rato, luego a caminar! Al paso de su tía.

Cuando Elvia divisaba la casona, prorrumpía en sollozos; lloraba como una niña que de despide de sus padres….. quizá los imaginaba allá en el corredor o en los jardines; lloraban hasta llegar a la tumba de la madre de Elvia y allí dejaban un ramo de lirios morados, muy bellos y abundantes en esa hermosa tierra.

Lirios morados


Yo soy Chila, la niña que acompañaba a su tía en los paseos fúnebres. Han pasado más de setenta años y aún se me contrae el corazón al recordar aquellos tristes sollozos de una joven que lloraba porque había perdido a sus padres.

En la navidad de 1940, regresó el tío Arturo, el mayor de los hermanos de mi madre. Venía de un largo viaje, casi dos años y lejos de la familia. Apenas tenía 20 años y era muy guapo como dicen los españoles y buen mozo como decimos los colombianos. Lo recibieron con mucha alegría. Arturo traía dulces y regalitos para todos, entre ellos una linda cajita de chocolates con una lámina hermosa de unos indios canadienses sorprendidos por un oso “grizzli” (Bella lámina que yo heredé y que aún hoy conservo). Arturo entregó la cajita a Elvia, quien la recibió con su cara roja por la emoción…. todos comprendieron que desde ese momento entre los dos jóvenes había atracción.

Elvia era bonita: su piel color perla, grandes ojos oscuros con pestañas y cejas negras, hermoso cabello ni liso ni crespo, oscuro y brillante. La boca pequeña, lindos dientes como los de toda la familia.

Arturo visitaba a Elvia todos los domingos, le llevaba dulces y detallitos; yo acompañaba a los novios durante la visita, mientras jugaba con mis muñecas.

En 1941 Arturo pidió la mano de Elvia. La ceremonia fue sencilla: reunión de la familia, mis abuelos paternos (Futuros suegros de Elvia), con Jaime de 15 años y José de 11. Ricardo y Cristóbal de 11 y 9 años, mis padres, mis tres hermanitos y yo.

Los novios se casarían en Sevilla, Valle del Cauca, y se irían con los suegros para el Tolima, donde mi abuelo materno compró una finca muy grande.

Mi padre selló la unión recordándole a Arturo el compromiso que adquiría al casarse con su hermana: “Quererla y cuidarla toda la vida”. Arturo dijo: “Claro que la cuidaré, porque la amo”. No se dijo más.

Mi padre viajó a Medellín; allá tenía negocios vendiendo parte del trigo. De regreso fue a Manizales a visitar a sus tías. Ellas le ayudaron a comprar el ajuar para Elvia. Compraron rollos de género para sábanas, sobresábanas y fundas blancas. Solo el blanco se usaba para ropa de cama. También compraron tela para ropa interior y sedas para algunos vestidos; dos especiales, uno color mandarina para la víspera de matrimonio y otro negro de seda importada, muy fina, para el vestido de la boda: al estilo Coco Chanel; era el que se usaba para que la futura esposa tuviera vestido para las escasas ceremonias, que casi todas eran de semana santa o el funeral de algún pariente o amigo; siempre estaban sobrias y elegantes.

Elvia Arango Duque y Arturo Mejía Arango, el día de su boda en sevilla, valle del Cauca, 26 de agosto de 1941


El vestido iba acompañado de zapatos muy finos de charol y un sombrero al estilo “pava”. En el escote cuadrado, dos boches de perla de fina fantasía. Elvia quedó muy linda con ese atuendo. Arturo también lucía muy bien con su terno oscuro: saco, chaleco y pantalón con rayitas grises. Así quedó esta bonita pareja en una fina fotografía de la época. Era el 26 de agosto de 1941, día de su boda.



Fin. Noviembre 13 de 2009
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Nota de Bernardo Mejía Arango, 17 de julio de 2010

Ayer 16 de julio de 2010, estuve en Barragán para reconocer la casa donde vivió y murió la abuela Delfina Duque Gómez, igual la casa donde nació Elvia, mi mamá. La casa de teja española a la que se hace referencia en esta crónica, estaba ubicada en la segunda repisa de la planicie inclinada donde está construido el pueblo. Desde el pueblo se sale hacia el oriente por la calle donde está la iglesia: hay un camino que otrora era la vía para ir al cementerio, por esa vía se llegaba una carretera estrecha llamada callelarga; girando hacia la izquierda hacia el norte, antes de llegar a un sito denominado "Puntabrava", hay una planicie, allí era la casa de teja española de la que habla Cecilia Arango Mejía en esta crónica: la casa ya no existe, lo mismo que el antiguo cementerio donde fue sepultada la abuela Delfina, el cual quedaba más allá de Puntabrava, antes de la desembocadura de callelarga en la vía al municipio de Sevilla; el cementerio se reemplazó por el actual, que queda más cerca del pueblo. El cementerio fue arado y sus muertos quedaron incorporados definitivamente a la tierra; vinieron del polvo y al polvo volvieron.

domingo, 22 de noviembre de 2009

Salamina (Caldas, Colombia), tierra de nuestros ancestros



Las fotos son tomadas por Alex Galvis y publicadas en el blog "Salamina Caldas, Colombia"

Grandes fueron las correrías por Colombia de los Españoles que trajeron los apellidos Arango y Mejía al país. Los descendientes de ellos, finalmente fueron a parar a Salamina, población ubicada en las montañas de la cordillera central.

Hay que haber recorrido las montañas de Caldas y Antioquia, para entender el tesón y berraquera que pusieron estos colonizadores a su empresa de expansión en busca de nuevas y mejores tierras tierras para ellos y sus descendientes. Este entendimiento se hace mas claro cuando se visita el monumento a los colonizadores, ubicado en el Lago de Aranguito en el extremo del corredor turístico del Alto de Chipre en la ciudad de Manizales. De acuerdo con las crónicas, en este sitio se subió a la copa de un árbol, Joaquín Arango Restrepo, uno de los 20 fundadores de Manizales (Nuestro ancestro por parte de la abuela Cecilia Arango Jaramillo), y divisó desde la copa del mismo, las extensas tierras donde hoy está ubicada la ciudad y dijo (Palabras más, palabras menos): "Esto está bueno para fundar una ciudad". Viendo este monumento, entendemos todo lo dicho.

Allá en Salamina vivieron nuestros ancestros Pedro Arango y su esposa Luisa Ruiz, padres de Jesús María Arango Ruiz, quien se casó con Ana Joaquina Gómez Alzate Duque, quienes fueron los padres de Joaquín Arango Gómez, quien se casó con Sara Mejía Toro. Joaquín y Sara fueron los padres de nuestro abuelo Jesús María Arango Mejía.

Igualmente allá vivieron don Ramón Mejía y doña Chiquinquirá Salazar, padres de José María Mejía Salazar quien se casó con Gregoria Toro Giraldo y fueron los padres de Valentín Mejía Toro, quien se casó con Ana Rosa Restrepo Alvarez del Pino, Valentín y Ana Rosa fueron los padres de Bernardo Mejía Restrepo, nuestro abuelo paterno.

Salamina fue fundada por Fermín López, Pablo López, Manuel López, Juan José Ospina, Carlos Holguín, Francisco Velásquez, Nicolás y Antonio Gómez Zuluaga, José Hurtado, José Ignacio Gutiérrez, Nicolás Echeverri, entre otros personajes que son recordados y respetados por la comunidad. Así mismo se conoce que buena parte de los fundadores de Salamina fueron mujeres como Ana Josefa García, Trinidad Álvarez Mesa, Micaela Delgado, Manuela Villa, entre otras.

Salamina nació a la vida civil el ocho (8) de junio de 1.825, por decreto ejecutivo firmado por el general Francisco de Paula Santander, Vicepresidente de la República. Como el proceso de colonización queda descrito en lo relacionado con los municipios de Pácora y Aranzazu, tomamos una bella pieza fragmentada, de Jaime Salazar López, que resume el proceso de la ilustre ciudad.
“El bello nombre de Salamina es un célebre topónimo de raíz greco - oriental que tiene un noble significado de la paz. Evocador de memorables fastos, llamaronse así en la antigüedad clásica una ciudad chipriota fundada por Teucro después de la guerra de Troya, donde se libró la batalla que restableció el predominio marítimo de Atenas y la isla del golfo de Salónica donde la armada griega, al mando de Temístocles, venció la flota persa del rey Jerjes en el año 480 antes de Cristo, preservando la cultura helénica del vasallaje oriental.

“Así se llama hoy la ciudad fundada en 1.825 en el extremo de un contrafuerte andino por un puñado de esforzados labriegos capitaneados por Fermín López, epónimo descubridor de nuevas tierras, después de un largo y audaz periplo por montes y collados, que se constituyó en el epicentro de la colonización antioqueña durante buena parte del siglo XIX y en el meridiano socio - político y cultural del sur de Antioquía. De allí partieron por diferentes rutas los fundadores de Filadelfía, Neira, Santa Rosa de Cabal, Manizales, Aranzazu, Pensilvania, La Merced, Marulanda, San Félix y Armenia, por lo que Salamina es llamada con justicia “Madre de Pueblos”. Antiguos dominios de Posoes, Armas y Chamberíes, tribus ya extinguidas de la gran familia caribe, fue teatro de nobles episodios de la odisea antioqueña emprendida en 1.787, y no menos heróica que la conquista española. En el hecho de armas del cinco de mayo de 1.841 librado en la inmediaciones de la población, las fuerzas de Antioquía comandadas por don Braulio Henao, consolidaron la unidad de la provincia. Trece años después, en 1854, el Batallón Salamina, conducido por el mismo legendario guerrero, cruzó victorioso el puente de Bosa y contribuyó decisivamente a derribar la dictadura de Melo.

“La aldea había comenzado a poblarse en torno a la plaza principal, histórica y hermosa, adornada hoy por la artística fuente parisiense, el Pastor de almas y Robledo el poeta terrígeno. “Pueblo de fe y libertad”, como reza el coro de su himno, erigió en el costado norte el templo católico, joya de original estilo arquitectónico, imitada pero no igualada, soñada y diseñada por el súbdito inglés William Martín, protestante y masón y edificada por los presbíteros Isaza y Barco, no menos pujantes que los fundadores. Allí la preciosa imaginería, ya parisiense, ya barcelonesa, ora tallada por las manos ingeniosas de Carvajal, sus finas maderas primorosamente labradas por Tangarife y sus altas y sonoras campanas forjadas en la propia fragua doméstica con las joyas donadas por sus damas.

“Salamina es un poblado pintoresco de calles rectas y angostas, que antaño tuvieron nombres de héroes y batallas, de casas típicas de la colonización “paisa” con costumbres españolas, de anchos aleros sombreadores, sintomáticos de la hospitalidad de sus gentes, ventanas “arrodilladas” de acentuada curvatura, balcones neoclásicos de hierro forjado o madera tallada donde se acuñó la elocuencia caldense, amplios zaguanes propicios para la afable tertulia y el tierno idilio, portones y contraportones de bordada ebanistería que dejan entrever al curioso visitante, floridos, fragantes y ensoñadores jardines en patios enclaustrados, portadas de comedor ricamente labradas con remates en altos y bajos relieves, cargados de flores y frutos que enmarcan graciosas o grotescas figuras humanas.

Es el influjo tardío del barroco sobre la exuberante y recóndita región antioqueña. Trepada airosamente sobre un anticlinal cordillerano, la antigua capital provincial conserva bien su fisonomía decimonónica, nimbada por el cielo purísimo, trasparente, con sus soles inmensos y sus noches consteladas y un tibio clima para el sosiego del espíritu.

“Sus moradores. Clasistas, más no racistas, empuñaron las armas en los albores de la historia aldeana, herencia quizás del empuje y trashumancia de los montañeses. Hoy son pacíficos labradores y sagaces mercantes con acendrada vocación por las bellas letras.

“La espada cedió galante el paso a la espiga y la pluma, y las tres, entrelazadas, conforman las armas del escudo salaminita. En 1897 fundaronse “La Tertulia Literaria” y el Banco de Salamina. Empresas de la inteligencia y el progreso que registran dos momentos estelares en la historia de la ciudad. Ya en 1.844 había nacido la salamineña Agripina Montes del Valle, la “Musa del Tequendama” que pinta con vigor y opulencia geniales la maravilla natural y entra en el escenario de la lírica castellana encomiada por Valera, Pombo, Gómez Restrepo y Maya, reinvindicando el valor de la mujer en la América hispana. Después de ella vendrían Juana Bautista López, Eusebio, Emilio y Jorge S. Robledo, Ricardo Tirado Macías, Luis Alzate Noreña, Tomás Calderón, Daniel Echeverri, Fernando Mejía Mejía y otros cultores de Arte que hicieron de Salamina la “Ciudad Luz”, primero de Antioquía la Grande y luego del Viejo Caldas. Sobre la hidalga ciudad ha soplado con potencia el Espíritu”.

La historia eclesiástica de Salamina nace con la ciudad misma. Sin embargo, el primer sacerdote aparece posesionado con fecha 18 de marzo de 1829, siendo tal el padre Ramón Marín, medellinense, quien ese mismo día hizo apertura de los libros parroquiales. El padre Marín fué miembro y presidente del primer cabildo salamineño en 1842, edificó la primera iglesia, el cementerio y las casas para escuelas y echó las bases de la prosperidad moral y material de la población.

El 27 de enero de 1.856 llegó a Salamina, con nombramiento de Cura, el sacerdote abejorraleño Manuel Canuto Restrepo, quien fué representante electo a las legislaturas de Antioquía y los congresos granadinos, obispo de Pasto y asistente al Concilio Vaticano I. El Padre Restrepo era un hombre inteligente, de vasta erudición, eminente orador sagrado y uno de los más notables prelados colombianos. En el año de 1.865 fué cura interino el sacerdote Carlos José Ortiz. Fué sucedido el mismo año por el presbítero Francisco Antonio Isaza, oriundo de Itaguí, quien como Cura Excusador de Salamina inició una nueva época de progreso moral y material en la historia de la parroquia, “un despuntar de la fe”, con la construcción del templo mayor. En abril y mayo de 1.876 ejerció como encargado con funciones de párroco el padre Felipe Suarez, quien fundó el hospital de caridad San Juan de Dios, que hoy lleva su nombre. En mayo de 1.877 se encargó de la vicaría foránea el presbítero Baltazar Vélez. El padre Vélez impulsó en la ciudad el cultivo de las bellas letras, que luego le darían a Salamina el calificativo de “Ciudad Luz”.

El 21 de enero de 1.881 llegó a Salamina el presbítero rionegrino José Joaquín Barco. El 22 de abril de 1.877 fué nombrado Cura Excusador de Salamina por el obispo, Monseñor Bernardo Herrera Restrepo, gozando luego del título en propiedad. Luego fué nombrado para el curato de la catedral de Manizales. Regreso después a Salamina y fué párroco hasta el doce de diciembre de 1.912, fecha de su muerte. Durante treinta y dos años sirvió la parroquia que edificó con sus virtudes y levantó con su espíritu progresista y cristiano. El magnífico y hermoso templo, el hospital de caridad, el artístico cementerio, la casa de beneficencia, las escuelas y colegios, las hermanas de la Presentación todo esto y mucho más le debe Salamina al padre Barco. En el año de 1952 se erigió una estatua suya en la plaza mayor, frente al templo parroquial.

De 1.913 a 1.927 fué cura propio el padre Rafael Ramírez. Sucedió al padre Ramírez el presbítero sonsoneño Gonzalo Uribe Villegas, encargado en propiedad de la cura almas desde 1.927 hasta enero de 1.931. De 1.931 a 1.933 fué cura propio el presbítero manizaleño Benjamín Muñoz. Vino luego el doctor Isaías Naranjo, nacido en Apía, cura desde 1.933 hasta 1,938. De noviembre de 1.938 a febrero de 1.939 entró en funciones como vicario sustituto el presbítero salamineño Rubén Mejía Ángel.

Por medio del decreto 109 del 21 de febrero de 1.939, el obispo nombró vicario ecónomo de Salamina al también sacerdote salamineño don Carlos Isaza Mejía, hasta entonces cura de Aranzazu. De abril a septiembre de 1.950 y por ausencia del padre Isaza regentó la parroquia otro salamineño, el presbítero Guillermo Duque Botero. Al ser nombrado Monseñor Isaza en 1.977 cura párroco de la Basílica Metropolitana de Manizales y Deán del capitulo catedralicio, fué designado cura párroco y vicario foráneo de Salamina el presbítero antioqueño Luis Enrique Hoyos Ochoa que al celebrar en 1.985 las bodas de plata sacerdotes, fué elevado a la dignidad del Prelado de Honor del Papa Juan Pablo II.

Situada en la Cordillera Central, a 76 km de Manizales, con una altura de 1.775 metros sobre el nivel del mar, posee una superficie de 400,6 kilómetros cuadrados y su temperatura promedio es de 22°C. Cuenta con una población de 27.103 habitantes.Sus calles y arquitectura en general (madera, guadua y tierra) le han merecido la denominación de Monumento Nacional y Patrimonio Arquitectónico. También fue cuna de escritores y poetas. Sus platos típicos son la trucha en todas sus variedades y los huevos al vapor y son famosos los panderos de Salamina.

PERSONAJES:

Agripina Montes del Valle, Poetisa; Juan Bautista López, Historiador; Emilio Robledo Correa, Historiador, Gobernador, Académico; Jorge S. Robledo, Poeta; Rodrigo Jiménez Mejía, Cronista; Fernando Mejía Mejía, Poeta; Leonidas Amaya, Cuentista; Monseñor Rubén Isaza Restrepo, Arzobispo; Guillermo Isaza Mejía, Gobernador; Daniel Echeverri Jaramillo, Poeta; Guillermo Duque Botero, Historiador, Germán Mejía Duque, Gobernador; Camilo Mejía Duque, Congresista y Gobernador; Bonel Patiño Noreña, Historiador y Novelista; Martha Patricia Isaza Quintero, Poetisa; Uriel Giraldo Álvarez, Poeta laboreado en varios concursos departamentales y nacionales.
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domingo, 15 de noviembre de 2009

Los Mejía: origen de nuestro apellido en Colombia

Por:  Bernardo Mejía Arango

De acuerdo con el contenido del libro “Genealogías de Antioquia y Caldas” escrito por Gabriel Arango Mejía, fue Don Juan Mejía de Tobar Montoya (Quien vivió entre 1600 y 1664), el fundador de la muy extensa familia de su apellido que existió inicialmente en Antioquia y que hoy día se extiende por todo el país. 

Aunque se habla del origen vasco del apellido Mejía, don Juan Mejía de Tobar Montoya tenía su residencia en Villacastín (León y Castilla), cerca de Segovia, España. Allí llegaron los Mejía provenientes de Galicia, y a su vez a Galicia llegaron provenientes de la Mesia, a orillas del río Danubio, a su vez a orillas del mar Negro. Es probable que en este recorrido hayan tenido asiento en el país Vasco y que de allí se hayan desplazado a Galicia (Entre otras cosas, a la defensa de Santiago de Compostela) que era un bastión del catolicismo y que tenía relación con el apóstol Santiago.

Por información que le expidieron a Don Juan Mejía de Tobar Montoya antes de salir de España hacia Indias, consta que fue natural de Villacastin, provincia de Segovia en Vizcaya, e hijo legítimo de Don Juan del Puerto Mejía (Quien vivió en Villacastín entre 1578 y 1684) y Doña Constanza Montoya Peláez quien era natural de Aranda del Duero. 

Según el libro de Gabriel Arango Mejía, “cinco testigos declaran que saben y les consta que Don Juan del Puerto Mejía (Padre de Don Juan Mejía de Tobar), fue hijo natural de Don Juan Mejía de Tobar y una mujer doncella cuyo nombre se desconoce, aunque muy probablemente su apellido era Del Puerto.

Don Alonso era a su vez hijo de Alonso Mejía Pedraza y Doña Jerónima de Tobar y Rivera, padres igualmente de Pedro y Miguel Mejía de Tobar. Pedro se casó con Doña Catalina Mejía y fueron los padres de Pedro Mejía de Tobar y Mejía, conde de Molina, sobre el cual se consigue documentación cuando se investiga en Internet todo lo referente a Villacastín en España.

Don Juan Mejía de Tobar viajó a Indias cuando tenía entre 17 y 19 años (Entre 1602 y 1605). Se cree que llegó primero a Cartago (En el Valle del Cauca), ciudad que mantenía mucho comercio con Santafé de Antioquia y por eso se cree que allá fue a parar Don Juan, donde en 1608 contrajo matrimonio con Doña Elvira Ramírez de Coy y Sánchez Torreblanca.

En 1608 montó en Santa fe de Antioquia una escuela y luego, con el tiempo, llegó a tener un próspero negocio de arriería, el cual cubría entre otras rutas al vía a Puerto Nare en el Valle del Magdalena. Después se compró un hato en el Valle de Aburrá, allí murió en 1664.

Don Juan Mejía de Tobar Montoya tuvo ocho hijos (Tomás Gregorio, Antonia, Juan, Mariana, Francisco, José María, Constanza y María). 

La sucesión de nombres hasta llegar a nosotros, es la siguiente:

1. Don Juan Mejía de Tobar Montoya, se casó  con Elvira Ramírez de Coy y Sanchez Torreblanca. Fueron los padres de Tomás Gregorio Mejía Ramírez de Coy.

2. Tomás Gregorio Mejía Ramírez de Coy, se casó con Luisa Mejía Delgado. Fueron los padres de Tomás Mejía Mejía.

3. Tomás Mejía Mejía se casó con Isabel Jerónima de la Rosa Soler Ruiz. Fueron los padres de José Miguel Mejía Soler.

4. José Miguel Mejía Soler se casó con María Ignacia López de Restrepo y Tazón. Fueron los padres de Juan José Mejía Restrepo.

5. Juan José Mejía Restrepo se casó con Bárbara Echeverri Villa; fueron los padres de  Anselmo Mejía Echeverri. 

6. Anselmo Mejía Echeverri se casó con Josefa Ramírez Hoyos, fueron  los padres de Ramón Anselmo Mejía Ramírez.

7 Ramón Anselmo Mejía Ramírez  se casó con Cornelia Nepomucena Chiquinquirá Salazar Gómez; fueron los padres de José María Máximo Mejía Salazar. En  Salamina Caldas, el primer Mejía en los registro de Guillermo Duque Botero autor del libro "Genealogías de Salamina" es don Ramón Mejía (Cuyo nombre completo es Ramón Anselmo), quien actualmente sabemos que procedía de Marinilla en Antioquia.  Ramón Anselmo y Cornelia Nepomucena Chiquinquirá fueron los padres de José María Máximo Mejía Salazar.

7. José María Máximo Mejía Salazar se casó con  Gregoria Toro Giraldo. Ellos fueron los padres de nuestros dos bisabuelos Mejía: Valentín Mejía Toro y  Sara Mejía Toro. Sara se casó con Joaquín Arango Gómez, de allí desciende nustro abuelo Jesús María Arango Mejía, padre de Elvia Arango Duque y Luis Abel Arango Gómez. Otros hermanos de Valentín y Sara fueron: Mercedes, Concepción y Rosa.

8. Valentín Mejía Toro se casó con Ana Rosa Restrepo Alvarez del  Pino, quienes fueron los padres de nuestro abuelo Bernardo Mejía Restrepo

9. Bernardo Mejía Restrepo se casó con Cecilia Arango Jaramillo. 

10. Bernardo y Cecilia tuvieron cuatro hijos: Ana Rita, Arturo, Jaime y José Valentín.

11. Ana Rita Mejía Arango se casó con Luis Abel Arango Gómez y fueron los padres de Cecilia Arango Mejía.

12. Arturo mejía Arango se casó con Elvia Arango Duque y fueron los  padres de Bernardo Mejía Arango.





lunes, 2 de noviembre de 2009

Los Arango: 14 y 15 generaciones

A partir de don Domingo Antonio de Arango y Valdés y su esposa doña Olaya de Zafra Castrillón, quienes originaron el apellido Arango en Colombia y a quienes contaremos como la generación 1, se tienen registradas 14 generaciones así:

1. Domingo Antonio de Arango y Valdés, nacido alrededor de 1635 en Villagonzay, San martín de Arango, Asturias, España. Falleció el 2 de diciembre de 1677 en Rionegro (Antioquia), a la edad de 42 años. Sus restos reposan en la Iglesia de San Nicolás de Rionegro. Se casó en 1660 en el Valle de Aburrá, con doña Olaya de Zafra Castrillón quien había nacido en Arma Vieja, departamento de Caldas.

2. Esteban Arango Zafra, Alférez, nacido en 1670 en Medellín. Falleció en Medellín. Se casó el 19 de diciembre de 1694 en el Valle de Aburrá, con doña Gertrudis Vélez de Rivero Toro, quien había nacido en 1674

3. José Eugenio Arango Vélez nació en 1697 en Rionegro, falleció en Rionegro. Se casó el primero de mayo de 1715 con María del Carmen Echeverri Echagüe, quien había nacido en 1702

4. Cristobal Arango Echeverri. Nació en 1720 en Rionegro, Murió en Medellín. Cristobal se casó en Medellín con Lorenza Francisca del Carmen Angel y Uribe, quien había nacido en 1724.

5. Pedro Pablo Arango Angel. Nació alrededor de 1754 en Medellín. Falleció el 4 de diciembre de 1836 en La Ceja, Antioquia.  A pertir de don Pedro Pablo Arango Angel, se originaron las dos ramas de Arango que nos conciernen: tanto Cecilia como yo, Bernardo, tenemos doblemente el apellido Arango, nuestros padres son respectivamente: Arturo Mejía Arango y Elvia Arango Duque; Luis Abel Arango Gómez y Ana Rita Mejía Arango.

Las dos ramas de los Arango que nos conciernen se originaron a partir de  don Pedro Pablo Arango Angel, quien se casó dos veces: Se casó el 14 de febrerdo de 1779 en Rionegro, Antioquia, con doña María Josefa Botero Echeverri, nacida el 17 de junio de 1764 en Medellín. A partir de este matrimonio se originó el apellido Arango de Arturo y Ana Rita Mejía Arango, quienes descienden de Esteban Arango Botero

Pedro Pablo Arango Arango Angel se casó con Josefa Dolores Restrepo Uribe y a partir de allí se originan los Arango de nuestros padres Arturo y Ana Rita Mejía Arango.

En un segundo matrimonio,  don Pedro Pablo Arango Angel se casó con doña Cipriana Montoya Mejía y de ese matrimonio provienen los Arango  de Luis Abel Arango Gómez y de Elvia Arango Duque.

Diagrama para hacer el seguimiento de nuestras dos familias Arango (La de Arturo Mejía Arango y su hermana Ana Rita; la de Elvia Arango Duque y su hermano medio Luis Abel Arango Gómez), desde don Domingo Antonio de Arango y Valdés, quien trajo el apellido a Colombia.

Seguiremos primero por la linea de Arturo Mejía Arango y de Ana  Rita Mejía Arango.

6. Esteban Arango Botero. No se dispone de datos de nacimiento. Esteban se casó el 9 de febrero de 1807 en Rionegro , Antioquia, con doña Josefa Dolores Restrepo Uribe, quien había nacido el 4 de octubre de 1788 en Rionegro

7. José Joaquín Arango Restrepo. Nació el 15 de abril de 1809 en Rionegro. Se casó el 23 de junio de 1827 en Manizales, Caldas, con doña Eulalia Palacio Restrepo.

José Joaquín Arango Restrepo fué uno de los integrantes del grupo de 20 personas que fundaron a Manizales. A partir de José Joaquín, la historia de la familia está ligada a Manizales y el norte del departamento de Caldas que era el sur del departamento de Antioquia en otra época.

8. Francisco Arango Palacio. No se dsipone de datos de nacimiento. Se casó con doña Bernardina Jaramillo Palacio.

9. Francisco Arango Jaramillo. No se dispone de datos de nacimiento. Se casó con María Rita Jaramillo Palacio.

10. Cecilia Arango Jaramillo. Nació el 11 de noviembre de 1898 en Manizales. Falleció el 24 de abril de 1948 en Tuluá, Valle del Cauca. Se casó con Bernardo Mejía Restrepo.

11. Bernardo y Cecilia fueron los padres de Ana Rita (Madre de Cecilia Arango Mejía), Arturo (Padre de Bernardo Mejía Arango), José Valentín y Jaime.

De esta manera, la historia de las familias Mejia Arango y Arango Mejía, en relación con la descendencia de José Eugenio Arango Vélez (Nieto de don Domingo Antonio de Arango y Valdés, quien trajo el apellido Arango a Colombia) está vinculada a ciudades como Medellín, Rionegro y Manizales.

12. Nosotros, Bernardo Mejía Arango y Cecilia Arango Mejía y nuestos hermanos, somos la generación 12

13. Nuestros hijos (Jorge Mario Mejía Zúñiga y Andrés Arango Henao Arango) son la generación 13.

Los hijos de ellos son la generación 14 desde que don Domingo Antonio de Arango y Valdés, trajo el apellido a Colombia.

Seguiremos ahora la linea de Elvia Arango Duque y Luis bel Arango Gómez:  retomamos la descendencia en Pedro Pablo Arango Angel, quien es la quinta generación

5. Pedro Pablo Arango Angel, se casó en segundas nupcias con doña Cipriana Montoya Mejía.

6. Lucio Francisco Arango Montoya,  se casó con Mercedes Botero Jaramillo

7. Avelino Arango Botero, se casó con Mercedes Ruiz Echeverri

8. Pedro Arango Ruiz, se casó con Rosa Luisa Ruiz Botero. Este matrimonio es el que figura en el libro Genealogías de Salamina (De Guillermo Duque Botero), probablemente como los primeros Arango de esta linea de nuestra familia que se instalaron allí.

9. Jesús María Arango Ruiz, se casó con Ana  Joaquina Gómez Alzate Duque

10. Joaquín Arango Gómez, quien se casó con Sara Mejía Toro (Hermana de nuestro otro bisabuelo Valentín Mejía Toro)

11. Jesús María Arango Mejía, quien se casó en primeras nupcias con doña Pastora Gómez Vélez, y fueron los padres de Luis Abel Arango Gómez (Padre de Cecilia Arango Mejía). Jesús María Arango Mejía se casó en segundas nupcias con doña Delfina Duque Gómez y fueron los padres de Elvia Arango Duque (Madre de Bernardo Mejía Arango).

12. Elvia Arango Duque y Luis Abel Arango Gómez, nuestros padres, son la generación 12. Elvia Arango Duque se casó  con Arturo Mejía Arango, padres de Bernardo Mejía Arango, quien es de la generación número 13

Luis Abel Arango Gómez se casó con Ana Rita Mejía Arango, padres de Cecilia Arango Mejía, quien igualmente es la generación número 13

Nuestros hijos, Jorge  Mario Mejía Zúñiga y Andrés Henao Arango, son la genración 14 y sus hijos serán la generación número 15, desde la llegada de don Domingo Antonio de Arango y Valdéz, quien trajo el apellido Arango a Colombia, hace unos 354 años.



sábado, 24 de octubre de 2009

Domingo Antonio de Arango y Valdés, nuestro ancestro


De él descienden los dos troncos o líneas de Arango existentes en nuestras familias: los ancestros de Cecilia Arango Jaramillo, nuestra abuela (Madre de Arturo,Ana Rita, Jaime y José Valentin Mejía Arango), son descendientes directos de don Domingo Antonio de Arango y Valdés, al igual que los ancestros de Jesús María Arango Mejía, nuestro abuelo materno (Padre de Elvia Arango Duque, madre del autor del trabajo Bernardo Mejía Arango) y paterno (Padre de Luís Abel Arango Gómez, padre de Cecilia Arango Mejía, colaboradora principal del trabajo) respectivamente.

Don Domingo Antonio de Arango y Valdés, producto de su matrimonio con doña Olaya de Zafra Castrillón, tuvo siete hijos: tres hombres (Esteban, Juan Francisco y Bernardino) y cuatro mujeres (Olaya, Juana María, Catalina y Antonia)

De sus hijos, Esteban Arango Zafra, se casó con Gertrudis Vélez de Rivero y de este matrimonio nacieron 11 hijos: Antonio, Esteban Laureano, José Eugenio, José Ignacio, Fernando Antonio, Miguel, Francisco, Pablo Javier, Juan Nicolás, María Teresa y Jacinto.

Los Arango por parte de la abuela Cecilia Arango Jaramillo, descendemos en línea directa de José Eugenio Arango Vélez.

Los Arango por parte del Abuelo Jesús María Arango Mejía, descendemos en línea directa de Miguel Arango Vélez.

A partir de don Domingo Antonio de Arango y Valdés se desarrolló el trabajo de investigación genealógica de nuestra familia Arango.
Domingo Antonio nació en Villagonzay, feligresía (Parroquia) de San Martin de Arango, en Asturias, hoy día (Desde 1843) se encuentra en el Ayuntamiento o municipio de Pravia, cerca de Oviedo, España. Hijo de Don Juan del Campo Valdés y doña María Diez de Arango. Sus abuelos paternos fueron don Diego del Campo Valdés y doña Valésquida González y los maternos don Diego Suárez de Arango y doña Aldonza Álvarez de Arango

En una información de hidalguía levantada por su padre para que don Antonio pudiera pasar a Indias, en Pravía, el 23 de diciembre de 1654, dice “este salió para Sevilla hace unos tres meses y de ahí pretende pasar a Indias”. Con base en esto, se presume que salió de España en 1655, desembarcó en Cartagena donde residió algún tiempo, entró al servicio militar y obtuvo el titulo de Cabo de Escuadra. Pasó luego a la Provincia de Antioquia donde contrajo matrimonio con Doña Olaya de Zafra (hija de Fernando de Zafra Jaramillo y de María Castrillón, y nieta por paterna del Capitán Juan Jaramillo de Andrade y de Juana de Zafra Centeno); doña María Castrillón por su lado, era hija del español don Diego Álvarez de Castrillón y de Catalina de Heredia, a su vez hija del capitán español Nicolás Blandón y de Catalina de Heredia.

Residió con su familia en el Valle de Aburrá donde se dedicó a la ganadería y a la agricultura. Se trasladó posteriormente al Valle de San Nicolás de Rionegro, donde murió repentinamente el 02 de diciembre de 1677 y fue enterrado en la iglesia de San Nicolás de Rionegro

viernes, 28 de agosto de 2009

Genealogía de los Mejía Arango y Arango Mejía: origen del trabajo

Desde hace aproximadamente ocho años, Luz Virgina Arango Mejía y Diana Londoño Arango, tuvieron la loca idea de iniciar un trabajo de investigación sobre la genealogía de nuestras familias (Los Arango, descendientes de Don Joaquín Arango Gómez y Doña Sara Mejía Toro).

Desde España, me fué solicitada la colaboración la cual inicialmente encontré bastante complicada, pero en la que decidí trabajar y así fué como inicié la recopilación de datos, con la orientación y colaboración permanente de Cecilia Arango Mejía, mi prima (Y mi madrina de bautismo por demás). Finalmente, Luz Virgina y Diana se olvidaron del tema; me quedé solo con la labor iniciada pero le dediqué todo el entusiasmo del mundo: encontré el asunto bastante entretenido y muy intersante. Se invirtió mucho tiempo y además algo de dinero en la ejecución de la recolección de datos y de fotos, porque fueron muchos los lugares y los parientes visitados.

Conocí (Vía internet) muchísima gente intersante y dedicada a esta labor, por ejemplo a Enrique Pareja Mejía, de Medellín , a Jesús Arango Fernandez de Pravía en España. Jesús es profesor de Economía Aplicada en la Universidad de Oviedo y publica periódicamente entradas en un blog llamado "La vuelta al día de los Arango". En ese blog encontré los orígenes de nuestra familia Arango en Asturias, España.

Posteriromente el trabajo se amplió a la investigación genealógica de la familia Mejía, así que decidí averiguar en forma paralela a los Mejía y a los Arango, tanto por mis apellidos como por los de Cecilia Arango Mejía, quién ha sido mi principal colaboradora y orientadora.

Hoy día, tengo una publicación de 250 páginas donde se encuentran los tópicos mas interesantes de nuestras familias (Mejía Arango y Arango Mejía): los orígenes en España incluyendo los significados de los apellidos, sus escudos de armas, las descendencias, en el trabajo he recopilado las fotografías desde nuestros bisabuelos hasta nosotros, y las generaciones que van después de nosostros.

Esta es la introducción de la obra (Los textos entre comillas son tomados del libro de Gabriel Arango Mejía, Genealogías de Antioquia y Caldas):

"La genealogía busca el camino, la huella que viene detrás de cada uno de nosotros y que se plasma en el apellido. Los apellidos no son sginificativos de nobleza, predestinación o aristocracia. El apellido es un hilo que nos va conduciendo por los vericuetos y enmarañadas relaciones sociales, económicas y políticas, que muchas veces descubren el origen de nuestras familias, o nos develan las razones de odios ancestrales, de guerras regionales o de amores imposibles". Se pueden complementar estos apartes del libro de Gabriel Arango Mejía con la siguiente frase tomada de Don Quijote de la Mancha: "De nada sirven los blasones, si quienes los heredaron no han sabido honrar a sus mayores".

En este trabajo, tratamos de "recopilar la historia de nuestros antepasados, de las huellas que nos dejaron y que ahora recogemos como un homeneje a nuestra propia vida" (Tomado de Enrique Pareja Mejía): es un homenaje a esos hombres y mujeres que se abrieron paso por las montañas de Colombia, buscando un mejor futuro para su descendencia, en un país que aunque tenía guerras, en cierta menera era un país más limpio, un país sin tanta tecnología, donde se llevaba una vida sencilla y de la cual nosotros, quienes ahora elaboramos este trabajo, vivimos en borde de su extinción para contarla.

Era un país más sencillo, donde la familia tenía un papel preponderante en la sociedad; que tenía errores cierto es, pero que tenía principios, donde la palabra se respetaba como un tratado, con unos hombres y mujeres quienes nos infundieron valores, nos enseñaron a respetar a los demás, a querer la tierra y el país donde nacimos, a creer en un Ser Superior y a confiar en El. Esta es una manera de honrar a nuestros mayores, mostrando el camino de ellos, de los que nos precedieron, quienes nos dieron sus raíces y nos brindaron alas.

Siendo niño, oía hablar de un libro que contenía la historia de nuestros antepasados, quienes eran, de donde venían; la existencia de este libro siempre me despertó curiosidad y antes que todo un interés especial, pues siempre me produjo inquietud, saber quienes fueron mis ancestros. Cuando decidí iniciar el trabajo, el cual como mencioné antes fué idea de Luz Virginia Arango Mejía y Diana Londoña Arango, el libro no existía, había sido quemado por razones que no conozco completamente. El libro se llamaba "Genealogías de Antioquia y caldas", escrito por Gabriel Arango Mejía.

A partir de allí, decidí emprender la búsqueda del libro, el cual fué finalmente ubicado en una librería de la ciudad de Manizales y fué entonces el punto de partida del trabajo de las genealogías de nuestras familias: los Mejía Arango y Arango Mejía, ascendientes y descendientes de Joaquín Arango Gómez (Y Sara Mejía Toro) y Valentín Mejía Toro (Y Ana Rosa Restrepo Alvarez del Pino). Desde hace unos ocho años, me he dedicado con la colaboración y orientación de Cecilia Arango Mejía, a recopilar y organizar toda la información; de Cecilia vinieron los lineamientos, pues Ella conoce cada una de las estripes de estas familias, sus origenes y sus conexiones.

En el trabajo "Genealogía de nuestras familias Mejía Arango y Arango Mejía", aunque todavía incompleto en algunos apartes, tratamos de cumplir con el postulado propuesto arriba, honrar a nuestros mayores.

BERNARDO MEJIA ARANGO, Guadalajara de Buga, Colombia, 28 de agosto de 2009.