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sábado, 16 de enero de 2010

BERNARDO MEJIA RESTREPO Y CECILIA ARANGO JARAMILLO: LA PUJANZA DE UNA RAZA


Por: José Valentín Mejía Arango, Cecilia Arango Mejía y Bernardo Mejía Arango

Guadalajara de Buga, 16 de enero de 2010


El primer día de enero de 2010 fuí a visitar a José Valentín Mejía Arango, hermano menor de mi padre. Pasé la mañana muy contento escuchando los “recuerdos” del tío. El había cumplido 80 años el 12 de septiembre de 2009, pero continúaba lúcido y con buena memoria.

Me impresionó el relato de su viaje por el páramo de Las Hermosas, cuando tenía 13 años. Mi tío empezó su historia diciendo:
“Ahora, en el otoño de mi vida, tengo frescas las imágenes de mis padres. Don Bernardo Mejía Restrepo era un hombre de mediana estatura, “acuerpado” como decimos los paisas, pero no era gordo. Tenía la piel blanca, los ojos, los cabellos y la barba color café. Diariamente rasuraba su barba y en los últimos años se dejaba el bigote, bien cuidado. Nació el 25 de febrero de 1892 en Manizales murió el 12 de noviembre de 1955 en Cali; tenía 63 años largos, aún lucía joven.

Doña Cecilia Arango Jaramillo de Mejía, era alta, delgada, blanca, de ojos azules. Se peinaba recogiendo su hermoso cabello hacia atrás, peinado que sostenía con dos peinetones muy bonitos; mi madre murió en Tuluá, de 49 ½ años, después de una cirugía del apéndice; Ella había nacido en Manizales, el 11 de noviembre de 1898, seis años menor que mi padre.
Mi padre tenía buenas ideas como constructor, como Agrónomo y como Veterinario. Leía y sabía mucho de estas tres profesiones; por eso sus amigos y conocidos le pedían opinión y consejo. Sus inquietudes y proyectos los realizó en sus fincas. Viajaba; viajaba mucho, pero donde se instalaba llevaba su familia.

Mi madre lo acompañaba en sus correrías y viajes; Ella era fuerte y valerosa como sus antepasados, varios de ellos fundadores de Manizales; el más importante era su bisabuelo don Joaquín Arango Restrepo: fue ese bisabuelo el que escogió el sitio donde se fundaría la ciudad.
Los dos tenían espíritu emprendedor; donde llegábamos, él compraba buenas tierras, luego traía constructores de Manizales, Pereira o Cali. Dirigía la construcción de la casa y los establos. Sus casas eran grandes y cómodas. Casi siempre invitaba a un amigo ingeniero Agrónomo y con él y los trabajadores organizaban las huertas, los jardines y el cultivo de los pastos.

Mis padres tenían buenas amistades; siempre estábamos acompañados y visitados por gente importante de la ciudad o el pueblo donde llegábamos. Ellos, mis padres, eran amables y serviciales.

Cuando la finca o la hacienda empezaba a funcionar con comodidades, nosotros emigrábamos a otros sitios con mejores horizontes. Hermosa y cómoda estaba la hacienda “El Bosque” en agosto de 1941, cuando mi padre decidió viajar al Tolima para empezar de nuevo.


Don Arturo Osorio, un caldense adinerado, tenía muchas propiedades en Tolima y Huila; negociaba con ganado en Barragán, Roncesvalles, Chaparral y La Herrera. Le habló a mi padre de una hermosa hacienda llamada “Campohermoso”. Con este señor compraron en compañía, ese inmenso terreno en las tierras altas del Tolima. Luis Abel Arango, mi cuñado, compró la hacienda “El Bosque” para cultivar el trigo y nosotros viajamos al Tolima. Fue un viaje largo, lleno de aventuras, como las de una novela.

Mis padres invitaron para este viaje a don Julio Chica, su cuñado. Cuñado de los dos porque primero estuvo casado con Inés Arango Jaramillo, la hermana mayor de mi madre. Inés murió muy joven dejando cuatro hijos: Evelia, Edesio, Santiago y Noel.


Luego don Julio se casó con Ana Rosa Restrepo Mejía, la hermana menor de mi padre. Esta era la tía “Anita”, con ella tuvo seis hijos: Inés, Ligia, Julio; Fernando. Ana Rosa y Esneda.
Don Julio vendió sus propiedades en Restrepo (Valle) y viajó con su familia a nuestra hacienda “El Bosque”, situada muy cerca de San Juan de Barragán. Allí se encontró con su hermano don Francisco y su familia; ellos también viajarían al Tolima. Los tres señores: mi padre, don Julio y don Francisco viajaron a La Herrera con don Aturo Osorio, para cerrar el negocio. Los cuatro compraron aquel inmenso terreno.

El 20 de agosto de 1941 viajamos a Sevilla; allá se casaron el 26 de agosto, Arturo mi hermano mayor de 21 años, con Elvia Arango Duque de 17.

A Sevilla llegaron dos de los hijos mayores de Don Julio: Santiago y Noel, este último casado con Graciela Arias; llevaban su primer hijo Arnoldo de 8 meses. Todos los viajeros llegaron a Sevilla. Iba también don Alfonso Salazar quien por aquella época estaba soltero.

El 27 de agosto salimos para Armenia, Ibagué, Espinal, el Guamo y Saldaña. Pasamos por Chaparral. Ascendimos hasta La Herrera pasando por Rio Blanco y muchas veredas. Cruzamos ríos grandes como el Saldaña y el Anamichú y profundas cañadas; la que más recuerdo es la cañada El Cambray , con muchas cascadas y puentes colgantes, cañadas que teníamos a veces que pasar a pié con los caballos de cabestro; esta es la palabra correcta porque “cabresto” no es castizo.

Después de La Herrera pasando el río Hereje, llegamos a “Campohermoso”, a un lado queda San Jorge, finca de don Julio y al otro la finca de don Francisco, no recuerdo el nombre ….. creo que era “El Jardín” porque la separaba del resto del terreno la quebrada El Jardín. En esa quebrada que también bañaba nuestro terreno, Jaime y yo hicimos un charco para bañarnos y lo disfrutamos muchísimo. Mi hermano Jaime era tres años mayor que yo; él nació el 4 de enero de 1926 y yo el 12 de septiembre de 1929.

La parte de la hacienda que nos correspondía, no tenía casa; mi padre la escogió para hacerla a su gusto y el de mi madre. La familia se quedó en el pueblo mientras construían. Mi padre hizo los planos y la casa quedó muy grande y muy bonita.

Todo iba bien hasta que mi hermano Arturo y su esposa Elvia decidieron regresar al Valle del Cauca; allí tenían muchos amigos y familiares. Así, el 25 de septiembre de 1942, trece meses después de su matrimonio, regresaron al “Bosque” y mi hermano, que era buen mecánico manejaba las máquinas que Luis Abel había traído de Inglaterra y Suiza para procesar el trigo de sus grandes cultivos; todavía recuerdo la recua de mulas en la plaza de Barragán, cargadas con los bultos de trigo; salían para Sevilla y regresaban cargadas de remesa para las tiendas y las fincas.

Un mes después, el 30 de noviembre de 1942, mi hermano Jaime se escapó de la casa e intentó cruzar solo el páramo de La Hermosas, que ocupa los límites entre el Tolima y el Valle del Cauca. Muy angustiados, mi papá y yo salimos en su busca y lo alcanzamos en el refugio “El Auxilio”, antes de comenzar la travesía del páramo.

Al final del año, precisamente el 8 de diciembre 1942, antes de que Jaime se escapara de nuevo, con el permiso de mi papá, viajamos mi mamá, Jaime y yo. Nos sentíamos jóvenes, sanos y fuertes. Pero en realidad lo que mas fuerza nos daba, era el deseo de regresar.

Decidimos hacer el viaje cruzando el páramo de Las Hermosas; por aquella época, mucha gente hacía este viaje, y nosotros lo hicimos pensando que era que era un camino más corto y económico. Mi madre, Jaime y yo salimos desde Campohermoso el 8 de diciembre de 1942; ya te dije antes, mi madre a pesar de ser fina y de modales muy delicados, era una mujer muy valiente, fuerte y arriesgada. Siempre demostraba el temple de su raza. Preparamos las maletas con buenos abrigos y cobijas. Ella calzó sus botines de cuero; eran botas hasta la mitad de la pierna, zapatos adecuados para las largas caminatas por terrenos bastante difíciles.

Así llegamos hasta el refugio “El Auxilio”, desde donde comenzaba la travesía a través del páramo; nos unimos a una familia que llevaba niños. Nos dijeron que demoraríamos un día cruzando el páramo. Madrugamos porque teníamos que hacer el viaje con la luz del día. No podíamos ir a caballo porque hay muchos fangales y lagunas peligrosas. Teníamos que caminar con mucho cuidado. De repente comenzó la lluvia, todo se puso oscuro y creímos que era de noche; afortunadamente encontramos una choza y allí pasamos el resto del oscuro día y la larga noche. Dormimos abrazados a mi mamá para darnos calor.

Cuando llegó la luz del nuevo día y empezamos de nuevo a caminar, nos dimos cuenta que estábamos al lado de una quebrada a la que llamaban “El Purgatorio”, porque tenía las aguas rojas. Jaime y yo nos adelantamos hasta el refugio “Abelino”, al final del páramo, conseguimos café caliente en un termo y comida para mi madre que empezaba a sentirse cansada. Por fin llegamos todos al refugio y empezamos a descender por la ladera occidental del páramo hasta llegar a Florida en el Valle del Cauca. Allí nos enteramos que una familia que hacía la travesía del páramo, había perdido una niña de 10 años en medio de la niebla; la niña se extravió y la encontraron muerta y congelada, sentada junto a un árbol. Nos impresionó la noticia, pero continuamos el viaje.

De Florida a Pradera, Palmira, Tuluá y Sevilla. En Sevilla nos enteramos de que por el invierno, el camino de herradura para San Juan de Barragán estaba muy deteriorado y era peligroso ir a caballo; nos tocó hacer el viaje a pié. A las once de la noche llegamos a la hacienda “El Bosque” en medio de la sorpresa de mi hermana Ana Rita al vernos llegar tan embarrados. La buena comida y la cama limpia nos hizo saber que la pesadilla de ese viaje había terminado”



Así terminó el tío José Valentín, a quien todos le decimos cariñosamente “El tío Chepe”, su interesante historia, este primero de enero de 2010.

Nota del redactor; quienes quieran ver el páramo de Las Hermosas pueden utilizar el siguiente enlace: http://www.paisajesdecolombia.net/Hermosas.html

Quienes quieran ver a Herrera y el camino hasta el páramo de las hermosas pueden entrar en el siguiente enlace:

http://www.google.com.co/search?hl=es&source=hp&q=herrera+tolima&meta=&aq=0&oq=Herrera

2 comentarios:

  1. si primo:
    que linda historia del tio Chepe, ya me la habia contado en uno de los multiples viajes que me acompaño en mis correrias cuando vendia el azucar por el valle, preguntale la parte de cuando la abuela casi se la lleva el rio y el vaquiano que los acompañaba la salvo.

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  2. Beatriz Mejía Restrepo22 de enero de 2010, 11:53

    Bernardo, mi papá nos había contado esta historia, pero hace tanto tiempo... hoy me encantó ver como pudieron salir de esa situación tan dura. Sigo feliz de poder leer estas historias, por favor siga con con tan maravillosa forma de tertuliar. Un abrazo.

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